viernes, 16 de junio de 2017

rock en los años 50


El rock llegó a España relativamente pronto. Los primeros discos de Bill Haley & His Comets, Elvis Presley y otros solistas se publicaron con cierta regularidad —y pocos meses de retraso— en el país ya en 1956-57. Aunque sin demasiado eco a nivel de medios; al menos en los primeros meses. El sistema político, en aquel entonces, era una dictadura autoritaria de corte conservador —la dictadura del general Franco— que, a finales de los cincuenta, estaba intentando incardinarse en el contexto europeo abandonando, a la fuerza, las maneras semifascistas de los años cuarenta y exhibiendo un cierto aperturismo socio-cultural y estético. A eso puede sumarse que la sociedad española, ya por aquel entonces, estaba —de alguna manera— divorciada del régimen político. La España de finales de los cincuenta y principios de los sesenta, inmersa en un proceso de desarrollo económico y social, alumbraba una sociedad homologable a la del resto de Europa (mayoritariamente de clase media o en camino de serlo; inquieta, curiosa y receptiva) mientras, por otra parte, mantenía un régimen político autocrático, tradicionalista y ultraconservador.

A despecho de lo que suele afirmarse una y otra vez, el régimen franquista no denostó, prohibió ni persiguió al rocanrol. Los sucesivos gobiernos del general Franco, en realidad, no prestaron ninguna atención al fenómeno. Es cierto que la censura oficial retrasó el estreno de algunas películas, modificó las portadas de algunos discos e incluso llegó a vetar la publicación de algunas canciones, pero nunca existió nada parecido a una persecución, prohibición o represión sistemática por parte del régimen. En cualquier caso, en la segunda mitad de los cincuenta, y por estas y otras causas, España estaba tan madura como el resto de países de su entorno (Francia e Italia) para el advenimiento del rock and roll.

La llegada se produjo por cuatro vías diferentes. Por un lado, la ya aludida publicación más o menos regular de discos originales. Por otro, los medios de comunicación —que, a pesar de la censura, se hacían eco de la «nueva moda americana»—. En tercer lugar, por la influencia italiana y francesa (el primer rocanrol español estuvo muy condicionado por lo que venía de esos dos países: Francia e Italia; cuya influencia musical y cultural era abrumadora). Y, por último, por la existencia de varias bases militares estadounidenses en la propia península.

Se ha insistido mucho en el protagonismo que las bases americanas tuvieron en la introducción del rock 'n' roll en la España de finales de los cincuenta. La evidencia no se puede negar. Los primeros focos del rock español fueron, precisamente, Madrid (donde estaba la base de Torrejón), Zaragoza (que tenía su base americana), Sevilla, Cádiz (con Morón de la Frontera y la base naval de Rota) y Barcelona y Valencia (que no tenían bases pero que eran puertos en los que la VI Flota recalaba con frecuencia). En los barrios en torno a las bases (y en Barcelona y Valencia, en torno a sus puertos) surgieron bares y locales que acogían a los «americanos» y en los que sonaba esa nueva música rock con frecuencia. A eso debe sumarse la existencia de emisoras radiofónicas en las propias bases. Que emitían en inglés y programaban rock’n’roll para consumo de los soldados yanquis, pero que eran captadas y seguidas por los españoles de los alrededores.

Pero no hay que perder de vista la influencia francesa y, sobre todo, italiana. El primer rock español está muy influenciado por lo que se hacía en Francia e Italia. Sobre todo por este último país. Aparte del francés Johnny Hallyday, los flirteos rocanroleros de gente como Peppino Di Capri, Adriano Celentano o el mismísimo Renato Carosone fueron seminales para el alumbramiento del primer rock español. Ese filtro «euromediterráneo», que suavizaba notablemente la aspereza y el carácter provocador de los creadores americanos (Elvis Presley, Jerry Lee Lewis, Chuck Berry, Little Richard, etc.), fue determinante, sobre todo en los primerísimos tiempos (1956-1960). A eso se suma que, a partir de 1958, los sonidos que llegaban de la propia fuente original (Estados Unidos) sufren una evolución hacia un tipo de rock más melódico, romántico y baladístico (Paul Anka, Neil Sedaka, The Platters, etc.) o hacia formas más bailables y tamizadas (Twist, Madison, etc). Esa «domesticación o suavización» favoreció, sin duda, tanto su aceptación por un sector cada vez más amplio del público español como la absoluta indiferencia del régimen ante un fenómeno al que consideraba estrictamente musical, en el que no veía ningún motivo de temor y cuyo espíritu de rebeldía y motor de transformaciones culturales, sociales y estéticas quizás no supo apreciar.


Dúo Dinámico
En cuanto a los medios de comunicación, ya entre 1956 y 1958 aparecen algunas revistas musicales como «Discofilia», «Mosaico Musical» o «Música y Canciones» que, sin dedicarse principalmente a la música moderna, incluyen, entre sus artículos, información sobre la recién estrenada música rock y las ediciones de discos de ese estilo. Aunque la primera revista que dio amplia cobertura al nuevo género fue «El Correo de la Radio» y el primer programa de radio dedicado exclusivamente al rock fue «Caravana Musical»

En torno a 1957-58, el rock 'n' roll comienza a lograr amplia aceptación entre el público juvenil. Las orquestas de baile incluyen en su repertorio versiones de los éxitos norteamericanos y europeos del nuevo estilo —lo que fue más importante de lo que suele creerse para popularizar el género entre el público español —. Y, al mismo tiempo, surgen los primeros grupos y solistas jóvenes dedicados exclusivamente al rock 'n' roll; cantando tanto en inglés como en italiano, francés o español. Los principales focos son los ya aludidos, que cuentan con bases americanas o son escala de la VI Flota (Madrid, Sevilla-Cádiz, Zaragoza, Barcelona, Valencia). Los nombres de esos primeros grupos y solistas son Los Estudiantes, Los Rocking Boys, Chico Valento, Rocky Kan, Los Pájaros Locos, Los Milos, Los Catch As Catch Can, el Dúo Dinámico, Los Blue Boys, Kroner's Dúo, Kurt Savoy, Los Pantalones Azules, etc. También comienzan a celebrarse los primeros encuentros y certámenes de rock, como los que se organizaban en Madrid en los institutos de Secundaria «Ramiro de Maeztu» y «El Pilar». E incluso se organizan grandes festivales de «canción ligera» (al estilo del famosísimo italiano de San Remo), como el Festival de Benidorm orientado, al menos en sus primeros años, hacia los nuevos sonidos.
Pero, en casi todos los casos, la tamización italo-francesa en sonido, espíritu y temática es tan evidente que convendría revisar o matizar la teoría comúnmente aceptada sobre la influencia directa de los establecimientos militares estadounidenses.

En ese sentido, también habría que cuestionar otro lugar común que habla de la importancia que tuvo, en la aparición del rock 'n' roll en España, la «conexión latinoamericana» a través de bandas como los cubanos Los Llopis o los mexicanos Los Teen Tops. Ciertamente, ambos grupos tuvieron, en su momento, un gran éxito en el país. Pero el primer disco de rock de los cubanos y sus actuaciones y estancia en Madrid datan de 1959, mientras que Los Teen Tops no graban su primer sencillo hasta 1960; y está demostrado que los primeros grupos y solistas españoles que practican ese género surgen entre 1957 y 1958. En cualquier caso, es indiscutible la importancia de esas dos bandas latinoamericanas en cuanto a popularización y difusión del nuevo estilo entre la audiencia española.

En 1959 aparecen los primeros discos españoles que incluyen canciones que pueden ser definidas como rock. Son las primeras grabaciones del Dúo Dinámico (con temas como «Cowboy» y «Baby Rock»), Los Pájaros Locos y los Catch As Catch Can. Pero, sobre todo, se publica el que suele ser considerado como el primer disco de rock 'n' roll español en sentido estricto: un EP con cuatro canciones («Ready Teddy», «La Bamba», «Woo-Hoo» y «Me enamoré de un ángel») firmado por los madrileños Los Estudiantes.

A estos siguen, ya en 1960, grabaciones de Los Milos, Mimo, Kroner’s Duo, Kurt Savoy, Chico Valento y otros.

Para aquel entonces el género se está consolidando en España, ganando cada vez más público, obteniendo cobertura en los medios (emisoras radiofónicas y prensa escrita) y consiguiendo amplia aceptación entre la juventud. Al mismo tiempo llegan nuevas influencias, tanto de Estados Unidos, Italia y Francia como de un nuevo foco que cada vez va a adquirir más importancia: Reino Unido.


Británicos son artistas como Cliff Richard, Billy Fury y, sobre todo, The Shadows, cuyo ascendente sobre el rock español va a ser enorme en los primeros años sesenta —hasta la eclosión mundial del beat con The Beatles en 1964—.

rock en los años 60

A partir de 1960 el rock inicia en España su etapa de expansión y auge.

Entre 1960 y 1961 surgen infinidad de nuevas bandas y solistas a lo largo y ancho de la geografía nacional: Mike Ríos, Mimo y Los Jumps, Los Pekenikes, Los Sonor, Los Flaps, Los Catinos, Micky y Los Tonys, Los Relámpagos, Los Continentales, Los King's Boys, Los Brisks y muchos otros. La principal característica de la mayoría de ellos es que, a diferencia de los intérpretes surgidos a finales de los cincuenta, éstos beben directamente de las fuentes originales anglosajonas (estadounidense y británica), en mayor medida que de las influencias franco-italianas —aunque sin renunciar totalmente a ellas—.

La consolidación y el éxito masivo. Las matinales del Price y el inicio del fenómeno yeyé (1960-1963)

El Teatro Circo Price en la actualidad
Los medios de comunicación, que hasta ese momento casi lo habían ignorado, comienzan a darle cada vez mayor presencia. Y no sólo en la radio, donde nacen espacios exclusivamente dedicados a él —como el mítico «Vuelo 605»—, presentado por Ángel Álvarez; y otros muchos), sino hasta en la misma televisión (que era exclusivamente estatal). Así, programas de variedades de TVE previamente existentes como «Los Amigos del Martes». «Gran Parada» o «Escala en Hi-Fi» empiezan a emitir actuaciones o play-backs de intérpretes y éxitos del rock del momento. Incluso aparece un programa dedicado expresamente al rock 'n' roll, al pop y a la «música moderna» en general, denominado «Discograma». También la prensa escrita se hace eco de la nueva tendencia, y en abril de 1962 comienza a editarse «Discóbolo», una revista musical orientada exclusivamente al pop y el rock 'n' roll —y que duró hasta 1971—. A ella le siguen, poco después (entre 1963 y 1967), otras publicaciones como «Fonorama», «Ondas», «Mundo Joven», «Mundo Musical», «Fans», «Rompeolas» o «El Gran Musical». Valga como anécdota ilustrativa el hecho de que incluso lo que en aquel entonces se denominaba «la prensa oficial del régimen» —los periódicos vinculados directamente al régimen franquista—, defensores de su línea política ultraderechista, autoritaria y reaccionaria, como era el caso de El Alcázar o Pueblo, terminaron dedicando suplementos y apartados específicos al rock, el beat y la escena musical española dando amplia cobertura a conciertos, grupos y novedades discográficas —desde un punto de vista favorable—. Aunque no sin haber mantenido antes —en el caso concreto del diario Pueblo hasta 1963— líneas editoriales francamente hostiles contra el rock como manifestación cultural «importada del extranjero». En varias ciudades comienzan a programarse conciertos semanales en los que los jóvenes grupos que aún no han grabado ningún disco tienen ocasión de presentarse ante un público tan joven como ellos —el precio de las entradas era muy asequible—; al estilo de lo que, por aquellas fechas, se hacía en París en el Teatro Olympia. En Barcelona destacan las veladas vespertinas de El Pinar; pero es en Madrid donde surge un acontecimiento que el paso del tiempo ha convertido en algo casi mítico. Unos jóvenes promotores deciden programar, con carácter quincenal, actuaciones de varios grupos y solistas de rocanrol durante las mañanas de los domingos, utilizando el local del Teatro Circo de Price.


Marisol en 1962
Son las famosas «matinales del Price» que se iniciaron en noviembre de 1962 y duraron casi un año, hasta que a finales de 1963 una campaña difamatoria de la prensa ultraconservadora —orquestada por el diario Pueblo— consiguió que las autoridades franquistas denegaran el permiso para su celebración.

Durante aquel año, pasaron por el escenario del Price cientos de bandas. Las matinales no sólo consolidaron la escena del rock en Madrid —y en toda España— sino que facilitaron la aparición de nuevos grupos y solistas, extendiendo por todo el país la moda del rocanrol y las actuaciones de bandas amateur. Así, más allá del hecho puntual de la clausura de las jornadas del Price, la campaña anti-rock de la prensa ultraconservadora no sólo no tuvo éxito, sino que terminó rindiéndose a la evidencia. El rock era ya un fenómeno de masas. De hecho, a partir de ese momento, discotecas —entonces se llamaban «boites»—, salas de fiestas, colegios mayores universitarios, locales de baile, salones recreativos e incluso piscinas municipales comenzaron a programar conciertos de grupos de rock, vista la capacidad de convocatoria que tenían entre la juventud.

Hacia 1963 la escena está experimentando un auge evidente. La presencia del rock es cada vez mayor a todos los niveles y la juventud española la reconoce ya como una forma de expresión propia. De Italia y, sobre todo, de Francia llega el fenómeno yeyé que, más allá de lo musical, abarca aspectos estéticos, literarios, cinematográficos, de moda, etc; y que en España adquirió especial relevancia. Surgen solistas femeninas como Gelu, Karina, Rosalía, Lita Torelló, Lorella, Ana Belén, Marisol —una vez superada su etapa como niña prodigio— o Rocío Dúrcal. Y, como intérpretes masculinos, hay que destacar a Mochi y, sobre todo, a Raphael (que hasta 1969 mantuvo una línea pop evidente y que, además, fue el primer artista español del género —en sentido laxo— en obtener éxito internacional, sobre todo en Latinoamérica).

Mientras tanto, la expansión de la música surf estadounidense y el éxito mundial de los británicos The Shadows condicionan a las nuevas bandas españolas de rock, muchas de las cuales se decantan por los sonidos instrumentales y por el uso de la reverb y el eco en sus composiciones.


Pero es a partir de 1964 cuando se produce el verdadero Boom de la música rock y del Pop en España.


Los Brincos en una imagen de 1964. Surgidos como una especie de respuesta española a The Beatles fueron, en cualquier caso, una de las bandas más importantes de la historia del rock español.

Los Sirex (1965).
Es en ese año cuando The Beatles se convierten en un fenómeno mundial y tiene lugar la llamada British Invasion, que afectó a todo el planeta. Los nuevos estilos del rock británico (la Música beat y el Rythm and blues) se imponen en todas partes, revolucionando el mundo del rock’n’roll y del Pop y dando a luz a infinidad de grupos y movimientos juveniles en los cinco continentes.

Por toda España (desde las grandes ciudades hasta los pueblos pequeños) surgen miles de nuevas bandas influidas por esos sonidos. Su enumeración sería imposible. En aquella época, para poder actuar en directo, el régimen franquista exigía tener el carnet de «artista de variedades y/o música moderna», inscrito en el Sindicato Vertical del Estado. Según los datos de la época, el número de bandas de rock’n’roll (o «conjuntos» como se decía en aquel tiempo), en torno a 1965-66 ascendía a 6.000.13 De hecho, en su número 17, de octubre de 1965, la revista "Fonorama" publicó una lista de más de 900 conjuntos de rock distribuidos por todas las ciudades (y algunos pueblos) del país. Y eso sin contar los grupos que nunca se inscribieron en el sindicato y que se limitaron a tocar en conciertos no oficiales y en sitios improvisados. Las cifras dan una idea de hasta qué punto, a mediados de los sesenta, el rock era algo consustancial a la juventud del país.

Surgen, entonces, algunas de las más grandes bandas de la historia de la música rock española. Los Brincos (el primer grupo en tener cierta proyección internacional -aunque modesta- en Francia, Portugal e Italia), Los Sírex, Lone Star, Los Cheyenes, Los Salvajes, Los Nivram, Los Botines, Los Pepes, Cefe y Los Gigantes, Los Huracanes, Los Gatos Negros, Los Ídolos, Los Mustang, Los 4 Jets, Los Buitres, Los Runaways, Los Polares, Los Bohemios, Los Flecos, Los Pekes, Los Protones, Alex y Los Findes, Los Wikingos, Los Polaris, Los Zooms, Los Pops, Los Banzos, Los Shakers (que no deben ser confundidos con la banda homónima de Uruguay), Los No, etc.

Al mismo tiempo, grupos nacidos en los años inmediatamente anteriores (entre 1960 y 1963) y cuya máxima influencia hasta ese momento habían sido Cliff Richard, The Shadows, el Surf y el primer Rock'n'roll de los cincuenta, como podía ser el caso de Los Pekenikes (que llegaron a ser teloneros de The Beatles durante su actuación en Madrid), Los Sonor, Los Relámpagos, Dúo Dinámico, los solistas Bruno Lomas y Miguel Ríos y, sobre todo, Micky y Los Tonys, se adaptaban a las nuevas tendencias y se convertían en abanderados del Beat o (en el caso de los últimos) del rythm’n’blues y del rock'n'roll más áspero, (rozando a veces algo parecido al Garage rock).


Los Shakers (1965)

Los Bravos fueron el primer grupo español en conseguir éxito a nivel internacional, colocando su tema "Black Is Black" en los primeros puestos de las listas de Estados Unidos, Reino Unido y medio mundo en 1966
Es también por esta época (1964) cuando surge en Cataluña y Valencia una escena compuesta por grupos que interpretan sus temas (muchos de ellos versiones de canciones extranjeras) exclusivamente en catalán. Hablamos de bandas como Els Xocs, Eurogrup, Els Dracs, Els Trons, Els 3 Tambors, Els Corbs, Els 5 Xics y otros muchos.30 En el País Vasco aparecen bandas, como Los Daikiris, que incluyen temas de rock en euskera. En cuanto a Galicia, hay que mencionar a bandas como Los Tamara y, sobre todo, al solista Andrés do Barro, que interpretan sus canciones en lengua gallega y -en el caso del último- alcanzan notable éxito en toda España.

Entre 1964 y 1970 el rock y el Pop alcanzan su máximo apogeo en la España franquista. La radio, la televisión, la prensa, el cine, la publicidad, la literatura, la moda, el arte y la sociedad entera están sometidas a su influencia. A despecho de la ideología reaccionaria y autoritaria del régimen, la nueva moda se impone hasta el punto de condicionar casi cada manifestación cultural, social y estética del país durante esos años.

Las nuevas bandas (que cantan exclusivamente en castellano) tienen un éxito apabullante. Venden cientos de miles de discos y convulsionan el paisaje de la España de los 60. Las discográficas multinacionales (EMI, RCA, CBS, etc) abren sucursales en Madrid y en Barcelona; al tiempo que discográficas nacionales como Hispavox, Zafiro, Regal, Belter, Vergara, Columbia (no confundir con la multinacional del mismo nombre) etc, junto a otras de nueva creación, expanden su negocio y prosperan al calor de la nueva moda.

Los Brincos juegan a ser una especie de «Beatles celtibéricos», combinando las armonías, sonidos, estructuras y ritmos del Beat con otros hallazgos del Pop y, también, con elementos de la tradición musical autóctona, cultivando un estilo propio, netamente español y castizo. Los catalanes Sírex son capaces de conjugar el sonido salvaje de las bandas americanas y británicas más ásperas con la cara más amable del pop euromediterráneo y en 1965 incluso telonean a The Beatles en Barcelona. Los Salvajes aúnan el estilo de unos Rolling Stones a la española con la agresividad de los primeros The Who. Los Cheyenes son la quintaesencia del sonido sucio y crudo31 que practican bandas británicas como The Kinks, The Troggs o The Pretty Things y los grupos norteamericanos de Garage rock. Los Mustang, por su parte, se dedican casi exclusivamente a versionear en español los éxitos de The Beatles y de otras bandas y a practicar un Beat más aséptico y comercial. En cambio, Lone Star se caracterizan por correr ciertos riesgos estilísticos (que van desde el seguidismo beat de sus inicios hasta la experimentación psicodélica, pasando por flirteos con el Jazz y, sobre todo, con el Folk rock), evolucionando a su manera hasta encontrar (a partir de 1969-71) un estilo propio, adscribible claramente al Hard rock, que les llevará a desarrollar una larga trayectoria y a ser los únicos supervivientes del Boom de los sesentas a lo largo de las dos décadas posteriores (llegando hasta los años ochenta).


Los Pekenikes en 1966.
Es, literalmente, la Primera Edad Dorada del Rock Español.[cita requerida]35 Lo que fue llamado, en su día, la «Era de los Conjuntos» o, más popularmente, «La Década Prodigiosa». El rock y el pop son un fenómeno de masas. Se venden cientos de miles de discos. Se filman películas, se escriben libros, se celebran festivales, se diseñan ropa y complementos, se crean modas. Entre 1965 y 1969 actúan en el país, además, algunas de las grandes bandas anglosajonas de rock de los sesenta, como fue el caso de The Beatles, The Kinks, The Animals, The Troggs, The Shadows, The Easybeats, Taj Mahal, Jimi Hendrix Experience, etc. En 1965-1966, sin solución de continuidad, tiene lugar una especie de «segunda ola Beat» que afianza la tendencia anterior y da nuevo impulso al predominio del Rock y del Pop. Siguen apareciendo cientos de bandas, entre las que destacan Los Bravos, Los Mitos, Los Pasos, Los Pic-Nic, Los Gritos, Los Canarios, Los Pop-Tops, Adam Grup, Los Grimm, Los Z-66, Los Ángeles, Henry and The Seven, Conexion, Los Archiduques, Juan y Junior (tras su salida de Los Brincos), Los Buenos, Nuevos Horizontes, Shelly y La Nueva Generación o Los Íberos. Esta nueva hornada de grupos trae consigo las últimas tendencias del rock que en ese momento nacían en Gran Bretaña y Estados Unidos. Así, con ellos, además de los ya mentados Beat y Rythm and blues aparecen y se desarrollan en España géneros como el Soul (que experimentó un verdadero auge, una auténtica fiebre, en la escena nacional entre 1967 y 1970), el Pop barroco (al estilo de los Moody Blues o The Left Banke), el Sunshine pop, el Folk Rock (iniciado en Estados Unidos por Bob Dylan y The Byrds), el Blues rock (que, junto al soul, alumbró una interesantísima escena española entre 1967 y 1971), el Acid rock y, sobre todo, la Psicodelia. Por otra parte, algunas de estas nuevas bandas dejan de cantar exclusivamente en castellano (como habían hecho sus inmediatos antecesores) para hacerlo, cada vez más, en inglés o, sobre todo, para simultanear ambos idiomas. Los motivos, más allá de los puramente estéticos, son también comerciales. Con el uso del inglés se intenta acceder al mercado internacional (europeo y, sobre todo, anglosajón). De hecho, algunas de estas bandas graban dobles versiones de sus temas. Una en castellano para el mercado interno español y otra en inglés para el resto del mundo.

Y el resultado no se hace esperar: Si ya en 1964-65 Los Brincos habían obtenido alguna (ligera) repercusión en Francia e Italia grabando varios de sus temas en inglés y en las lenguas respectivas de esos países; en el año 1966 Los Bravos se convierten en el primer grupo español en obtener verdadero éxito internacional con su tema «Black is Black» (cantado en inglés), que alcanza el número 2 en las listas británicas, el número 4 en las estadounidenses y el número 1 en Canadá y varios países de Europa Occidental y del resto del mundo. La banda madrileña seguirá teniendo éxito internacional en 1967 y 1968 gracias a temas como «I Don’t Care» o «Bring A Little Lovin’».


Los Buenos -representantes por excelencia de la escena blues rock española de finales de los 60- en 1968.
Otros españoles que alcanzaron éxito en el mercado anglosajón y del resto del mundo fueron el veterano Miguel Ríos (que abandonó el “Mike” con el que debutó por su verdadero nombre a mediados de los sesenta) y que entró en las listas de medio mundo (Estados Unidos, Canadá, Australia y Europa Occidental)48 en 1969 con una versión en inglés, titulada «A Song of Joy» de su tema «Himno a la alegría» ; así como los Pop-Tops, que obtuvieron amplia repercusión internacional con canciones como «Oh Lord Why Lord» (1968) y, sobre todo, con «Mamy Blue» (1970), tema éste que llegó al número 1 o 2 en las listas de Francia, Italia, Alemania, Países Bajos, Austria, Noruega, Suecia, Suiza, Bélgica, Dinamarca e, incluso, Japón.

Así pues, al finalizar los años 60, el rock no solamente está consolidado en el país; además se ha convertido, sin discusión, en la principal manifestación cultural juvenil en España. Su presencia en la TV, en la radio y en la prensa es incontestable; se ruedan películas cuyo principal leitmotiv es la aparición de bandas y solistas («Un, dos, tres, al escondite inglés», «Megatón Ye-Ye», «Los chicos con las chicas», «Codo con codo», «Los chicos del Preu», «¡Dame un poco de amooor...!», «Long Play», «Hamelín», «Días de viejo color», « revoluciones por minuto», «Topical Spanish», etc); se venden cientos de miles de discos (más que de ningún otro género musical) hasta el punto de que el mercado discográfico español se convierte en uno de los diez primeros del mundo (de hecho, oscilará entre los puestos octavo y noveno hasta los primeros años del siglo XXI, cuando tras la crisis discográfica, bajará al decimotercero)  ; se crean modas y tendencias; se publican libros y revistas dedicados a los nuevos ritmos y estilos; la juventud identifica el rock y el pop como el sonido de su generación y uno de sus principales cauces de expresión cultural y estética. Y, cosa muy importante, el Rock español ha obtenido varios éxitos en el mercado internacional/mundial (incluido el anglosajón), lo que hace abrigar esperanzas sobre su capacidad para ser «exportado».

rock en los años 70

En 1969-70 el panorama del rock en España, a primera vista, parece excelente.

Pero lo cierto es que las cosas han cambiado mucho con respecto a la primera Época Dorada (1964-68). La llegada del Soul, el Blues rock, la Psicodelia, la cultura Hippie y las nuevas tendencias de finales de los sesenta han afectado negativamente a la mayor parte de las bandas anteriores (los «conjuntos»), que, o bien no han sabido adaptarse a los nuevos estilos, o lo han hecho de manera forzada y poco natural. Los grupos originales van desapareciendo con el cambio de década (con la notable excepción de los longevos Lone Star, que sobrevivieron hasta los años 80)y los que los relevan son muy diferentes. Y, como dato relevante, el castellano cede, cada vez más, ante el inglés como principal lengua de expresión en el rock español durante los primeros setentas.

Principio de los setenta. El fenómeno del «underground» y del rock progresivo (1969-1973)
Lo que pocos años antes era una escena variada pero homogénea y reconocible, va cambiando y escindiéndose en dos corrientes bien diferenciadas:


Los sevillanos Smash en 1969.
Por un lado aparecen bandas que, tras la desaparición de la moda «Yeyé», practican lo que podría ser considerado el equivalente español al «Bubblegum pop» (o música chicle) que, en la época, cosechaba gran éxito en Estados Unidos y Reino Unido. Hablamos de grupos como Fórmula V, Los Diablos, etc, a los que se unen (en una triste evolución hacia la comercialidad menos exigente) supervivientes de la generación anterior, como Los Mitos, Los Jóvenes, Los Beta y otros. La música que practican es un pop interpretado en castellano, pero infantilizado y extremadamente comercial. Una música pegadiza, facilona y de rápido consumo que ya no tiene verdadera vocación rock. Esta corriente sobrevivirá hasta mediados de la década de los setenta, haciéndose cada vez más reiterativa y ramplona, aunque gozando hasta el final del favor del público. Junto a ella, prosperó también una escena de rock comercial, melódico y baladístico cuyos máximos representantes fueron los barceloneses Santabárbara (aunque, en puridad, hay que aclarar que la banda catalana alternaba las baladas claramente comerciales con un sonido más cercano al Hard rock en sus discos).

Por el otro lado, hacia 1969, los sonidos del blues rock y la Psicodelia sesentera evolucionan hacia lo que, en España, se conoció como el «Underground»; término con el que se lo identificaba en su época, sin que la palabra guarde verdadera relación con lo que realmente significa en inglés ni con lo que ahora se entiende por tal en relación al rock (en realidad era la denominación que en la época se usó para el Rock progresivo hecho en España). Y que venía a representar una mezcla entre la cultura Hippie, los experimentos post-psicodélicos de bandas como The Grateful Dead, The Mothers of Invention, Captain Beefheart, Vanilla Fudge, Hawkwind o Soft Machine; el primer Rock sinfónico británico de Yes, Jethro Tull, King Crimson, Van der Graaf Generator o Pink Floyd; el Hard rock de Led Zeppelin, Deep Purple o Black Sabbath; y el Jazz-rock de Chick Corea y Return To Forever. Al abrigo de la etiqueta «underground» surgen multitud de grupos y solistas entre 1968 y 1971. Aunque estilísticamente presentan algunas diferencias (hay bandas más escoradas hacia el blues rock, otras tienden al hard, algunas son todavía muy psicodélicas; e incluso las hay netamente experimentales), todos tienen en común las influencias antes señaladas, un sonido claramente identificable como Rock progresivo y el uso casi general del inglés para sus composiciones, abandonando el castellano que sus «hermanos mayores» de los 60 habían empleado hasta aquel momento. Las bandas más reseñables del movimiento son Máquina!, Om, Yerba Mate, Módulos, Proyecto "A", Vértice, Euterpe (que colaboran activamente con el ex-componente de Soft Machine Daevid Allen), Cerebrum, Expresion, Alacrán, Pan & Regaliz, Música Dispersa, Xetxu, Gong, Mi Generación, Fusioon, Darwin Theoria, Nuevos Tiempos, Evolution, All & Nothing, Ia & Batiste, etc.


Los progresivos Maquina! junto a Salvador Dalí en una imagen de 1970.
Entre todos ellos hay que destacar algunos ejemplos que, o bien se apartaron claramente de la corriente principal o bien trascendieron el estilo y el momento, sobreviviendo a la posterior debacle del género y ejerciendo una tremenda influencia en las generaciones siguientes. Hablamos de grupos como Época, los sevillanos Storm o Tapiman (todos ellos practicantes de un Hard rock explícito, en la estela de bandas británicas como Deep Purple, Led Zeppelin, Grand Funk Railroad o Black Sabbath; sin ningún resabio sinfónico ni progresivo -y por ello auténticos precursores de lo que luego daría en llamarse Heavy metal); de los solistas catalanes Pau Riba y Jaume Sisa (que publicaron todas sus canciones en idioma vernáculo –en su caso el catalán-);6 de las Vainica Doble (un dúo femenino que cantaba únicamente en castellano); de Cecilia y de Hilario Camacho (a los que a veces se ha catalogado como cantautores pero cuyos primeros discos y sonidos estaban muy cercanos al Rock progresivo y al psych-folk); del vasco Mikel Laboa (del que puede afirmarse lo mismo, pero cantando en euskara); de Solera (más orientados al folk-rock y también expresándose, como los anteriores, exclusivamente en castellano); y, sobre todo, de los sevillanos Smash, una de las formaciones más originales, influyentes y peculiares de toda la historia del rock español (que combinaron hábilmente el prog, el blues rock, la tardo-psicodelia, la fusión flamenca y hasta el Hard rock).

Al contrario de lo que había ocurrido hasta entonces con los diferentes estilos y subgéneros surgidos en los sesenta, casi ningún grupo (con la notable excepción de Módulos) de los que se acogieron a la etiqueta «Rock Progresivo» o «underground» consiguió un éxito de ventas ni logró verdadera aceptación popular. Y eso que, como ya se ha señalado, el término «underground» era en realidad una etiqueta comercial, no la expresión de una realidad (no fue nunca un estilo marginal ni «subterráneo» ni sufrió ningún tipo de silenciamiento o rechazo por parte de la industria). Es más, contó con el apoyo activo de muchos medios, como la nueva prensa musical nacida en la época (revistas como Disco Exprés o Cau; y periodistas como Mario Pacheco, Gonzalo Garciapelayo, Ángel Casas y Jordi Sierra i Fabra), la radio (donde proliferaron los programas dedicados al género) y un buen número de casas discográficas. Incluso se realizaron frecuentes festivales dedicados a los nuevos grupos y sonidos progresivos, tanto en Madrid como en Barcelona y otros puntos del país.

Se han formulado varias teorías para explicar esa falta de éxito popular del «Underground». Según la más extendida, el motivo principal residió, más que en el experimentalismo musical (que tampoco fue tan exagerado), en su insistencia en emplear el inglés en lugar del castellano. Algo que, a día de hoy, puede sonar estúpido y simplista, pero que habría que situar en su época. Al fin y al cabo, los ya citados Módulos, tan «underground» y «progresivos» como las demás y que citaban entre sus influencias a Vanilla Fudge, Procol Harum, Manfred Mann Chapter Three o Rare Bird, obtuvieron un éxito más que notable entre 1970 y 1973, colocando, uno tras otro, sus sencillos y LPs en las listas de superventas. Tal vez, simplemente, porque cantaban en español y mantenían su pulsión experimentalista dentro de ciertos límites.

No obstante, esa explicación no termina de ser totalmente convincente. Por un lado porque, aparte de los grupos y solistas reseñados que sólo cantaban en español (Módulos, Vainica Doble, Solera, Hilario Camacho, etc) o en sus idiomas regionales (gallego para Xetxu, catalán para Riba y Sisa) varias de las bandas claramente progresivas o hardroqueras alternaron el inglés y el español con relativa frecuencia (hemos de insistir en que, en contra de lo que algunas veces se ha sostenido, no hubo ningún periodo en el Rock español en el que se abandonase el castellano como medio de expresión, ni siquiera en estos años del «underground»).


Y por otro, porque no podemos obviar el caso de Barrabás, un grupo español que fusionaba el rock con los ritmos latinos, la música africana, el Soul, el jazz y el funk en la estela de Santana, Malo u Osibisa y que cantaba exclusivamente en inglés; lo que no le impidió tener un notable éxito en España y, además, le permitió alcanzar los primeros puestos en las listas de Europa Occidental e, incluso en el mercado anglosajón (USA, Canadá y Reino Unido) entre 1971 y 1975. De hecho, Barrabás fue la única banda española que tuvo proyección internacional durante los setenta y el único caso en el que se cumplieron las expectativas de «exportación» que el rock nacional abrigaba a finales de los sesenta. Y todo ello, naturalmente, cantando en inglés. Por lo que el tema del idioma, por sí solo, no explica bien el fracaso comercial del movimiento progresivo.

Segunda mitad de los setenta. Nacimiento y auge del rock andaluz y del rock urbano (1973-1978)
Sea por una u otra razón, lo cierto es que hacia 1973 el «underground» se había agotado y, tras su paso, la situación del rock español había cambiado radicalmente con respecto a finales de los sesenta. Salvo casos puntuales como los ya señalados, el género había perdido la omnipresencia y el favor popular que había tenido en la década anterior. El público y los medios, en aquel momento, se inclinaban más por la canción ligera, los cantantes melódicos -tanto nacionales (del estilo de Julio Iglesias o Camilo Sesto) como, sobre todo, italianos-; los cantautores (que experimentaron un asombroso auge entre finales de los sesenta y principios de los setenta) y, por encima de todo, la naciente Música disco. El rock español ya no era la principal referencia de las nuevas generaciones. Y su presencia en los medios, al menos de forma masiva, era mucho menor.

No obstante, hay que citar, siquiera sea como curiosidad, la fugaz aparición, entre 1973 y 1976, de lo que dio en llamarse Gipsy rock y que consistía, básicamente, en la interpretación en clave de rock (con un sonido cercano al Glam o muy influenciado por éste) de las músicas propias de la minoría de etnia gitana que habitaba pequeñas zonas (que a veces adoptaban la forma de auténticos ghettos) de algunas grandes ciudades españolas; ritmos basados, básicamente, en la rumba gitana, la copla, las canciones carcelarias y el flamenco. Más que un movimiento real, fue una creación de la industria discográfica; pero eso no impidió que, a pesar de su corta vida, obtuviese un notable éxito popular, alumbrase formaciones y solistas tan idiosincráticos y originales como Las Grecas (cuyo primer álbum se titulaba, precisamente, «Gipsy Rock»), Los Chorbos, Los Amaya o El Luis y diese lugar a un tipo de sonido peculiar que en su día también se conoció como Sonido Caño Roto. Tras su rápida desaparición, el Gipsy rock, aún coleó en algunos grupos gitanos como Los Chunguitos (a los que habitualmente se relaciona con la rumba pero cuyos primeros discos tenían una evidente cercanía al rock, al menos entre finales de los 70 y principios de los 80) y, sobre todo, influyó a toda la escena «rumbera» y gitana de años posteriores (que ya no tenía nada que ver con el rock).

En cualquier caso, y a pesar de ese «reflujo», en modo alguno se puede afirmar que el Rock como tal dejase de tener presencia y aceptación en España. De hecho, grupos y solistas extranjeros como Led Zeppelin, Creedence Clearwater Revival, Deep Purple, Pink Floyd, Santana, T-Rex, David Bowie, Rod Stewart, Black Sabbath, Supertramp o Eric Clapton cosechaban un enorme éxito, vendían cientos de miles de discos -llegando a los primeros puestos de las listas- y, cuando algunos de ellos actuaban en el país (como fue el caso, entre 1970 y 1976, de Lou Reed, Jethro Tull, John Mayall, The Rolling Stones, Traffic, Status Quo, Queen, Eric Burdon o Rory Gallagher, entre otros), contaban con una masiva asistencia de público. Así pues, el Rock, como género, seguía teniendo aceptación entre la juventud y millones de seguidores dispuestos a disfrutarlo. Fue la evolución seguida por la propia escena, la “resaca progresiva”, la que había provocado el divorcio entre el rock español y su público.


Pero, afortunadamente, eso empezó a cambiar a partir de 1973. Aparecieron nuevas bandas que estaban dispuestas a aprovechar la experiencia progresiva, asimilando las nuevas corrientes internacionales y llenando el hueco que se había creado en la escena nacional. Así, en Cataluña surgen formaciones como Companyia Elèctrica Dharma, Iceberg, Pegasus o Música Urbana que dan lugar a un movimiento conocido en su día como Rock Laietá ; y, a su lado, otras como Suck Electrònic Enciclopèdic, Macromassa o Perucho's que alumbran, paralelamente, una escena experimental y arty, más relacionada con la música electrónica y emparentada con lo que en países como Alemania se estaba haciendo en ese momento a través del kraut rock. En Galicia, Emilio Cao publica sus primeros discos, directamente adscribibles al Psych-folk, en los que mezcla las viejas enseñanzas de la psicodelia, el prog y la Música celta de tradición gallega. En otras partes del país aparecen Bloque, Araxes II, Crack, Pep Laguarda & Tapineria, Agamenón, Tílburi, Itoiz, o Ibio. Todos estos grupos (salvo los experimentalistas barceloneses, el gallego Cao y los folk-rockeros Tílburi) practican, en realidad, Rock sinfónico (género que en aquel momento dominaba el panorama mundial) al que, a veces, añaden elementos de la música tradicional del país. Y, desde luego, todos ellos cantan mayoritariamente en su lengua materna (sea castellano, catalán, gallego o euskera).

Surgieron también una serie de bandas que practicaban un tipo de rock de carácter irónico, humorístico, irreverente y casi vodevilesco (siempre cantado en español) y cuya clasificación dentro de un estilo resulta casi imposible de establecer; aunque, si hay que relacionarlas con algún referente externo, quizás la Bonzo Dog Doo-Dah Band o Frank Zappa y sus Mothers of Invention en su faceta más paródica serían los únicos ejemplo plausibles (y algo forzados). Hablamos de formaciones como Las Madres del Cordero, Desmadre , Moncho Alpuente y los del Río Kwai o Desde Santurce a Bilbao Blues Band. Aunque su vida fue breve (lo que no les impidió gozar de bastante popularidad en su momento), su influencia en el posterior devenir de la historia del Rock español fue más importante de lo que a primera vista pudiera parecer ; ya que al final de los mismos años 70, e incluso en las décadas posteriores (años 80 y 90) surgieron grupos que, de alguna forma, recuperaron el mismo espíritu chocarrero, mordaz y paródico aplicado al rock.


Pero, en cualquier caso, es en Andalucía donde el Rock sinfónico español alcanza su máxima expresión, alumbrando lo que se ha dado en llamar Rock andaluz; una corriente que aunaba el moderno sinfonismo de raíz anglosajona (pero interpretado en castellano), las enseñanzas del progresivo español (sobre todo las de Smash) y la propia tradición musical andaluza (el flamenco, principalmente); y que alcanzó, esta vez sí, un enorme éxito comercial y una presencia abrumadora a nivel de medios y listas en todo el país durante el resto de la década. Surgen entonces figuras como Gualberto o Lole y Manuel y, sobre todo, bandas como Goma, Imán, Cai, Azahar, Guadalquivir, Alameda o, un poco más tarde, Tabletom y Medina Azahara.

Pero entre todos ellos, son sin duda los sevillanos Triana los representantes por excelencia del rock andaluz, el grupo-icono del movimiento. Tras publicar su primer sencillo en 1974 (y su primer álbum en los primeros meses de 1975), se convirtieron en uno de los grupos más influyentes y exitosos de la historia del rock en España, marcando la pauta del género y vendiendo cientos de miles de discos durante el resto de la década.

Al mismo tiempo, en Madrid y otras ciudades aparecen bandas que, aunque también están influidas por el rock sinfónico, se decantan mayoritariamente hacia los sonidos más duros y ásperos del Hard rock, del Blues rock y de lo que en pocos años se conocerá como Heavy metal y que, aunque en un primer momento empiezan cantando en inglés, terminan empleando exclusivamente el castellano como medio de expresión. Surge así una corriente musical que dio en llamarse Rock Urbano que trascendió más allá de la década que lo vio nacer, llegando (bajo diferentes denominaciones, con nuevos intérpretes y modificado/actualizado por sucesivas influencias musicales) hasta nuestros días. Sus primeros representantes son grupos como Asfalto, Leño, Topo, Ñu, Coz, Unión Pacific, los gerundenses Atila, Red Box, Cucharada (con cierto punto teatral y resabios glitter), los valencianos Tarántula, los barceloneses La BEPS o los ya más cercanos al Glam rock Moon y Volumen. Incluso «históricos» de la década anterior como Lone Star o Miguel Ríos, que arrastran largas trayectorias desde los años 60 y seguían su particular evolución, podrían añadirse a la nómina «urbana» con sus álbumes de la segunda mitad de los setenta (el segundo también se acercó al rock andaluz con su disco «Al Andalus» de 1976). En contra de lo que muchas veces se ha afirmado, el movimiento fue apoyado activamente por la prensa musical (la ya mentada revista Disco Exprés o las recién aparecidas Popular 1, Vibraciones y Star), emisoras de radio (entre las que destacan las de la entonces reciente FM y, sobre todo, «Musicolandia», el programa del famoso disc-jokey Mariskal Romero), compañías discográficas como Movieplay, Gong (más especializada en el Rock andaluz) o Discos Chapa (creada expresamente por el propio Mariscal Romero para grabar ese tipo de bandas «urbanas» y que dio el pistoletazo de salida al género con la publicación, en 1975, del primer volumen de una recopilación de distintos grupos titulada «Viva el Rollo») o programas de TV (el entonces famoso «Popgrama» y, sobre todo, el recordadísimo «Musical Exprés») de forma que la mayor parte de las bandas consiguieron afianzarse en poco tiempo, adquiriendo carta de naturaleza y moviendo tras de sí multitudes de aficionados. Tanto es así que el «Rrollo» (como también se conoció al movimiento en aquellos años) puede ser considerado la principal manifestación del rock español durante la segunda mitad de los setenta (al lado del Rock andaluz y muy por delante –en grado de aceptación- del rock sinfónico propiamente dicho).

De entre todos los grupos citados, destacaron especialmente Leño. A pesar de su aparición relativamente tardía (1978), de su corta vida (que duró poco más de cinco años) y de su sucinta discografía (tres álbumes de estudio y uno en directo), consiguieron ser la banda más representativa, exitosa e influyente de esta primera generación del Rock Urbano español. Algo similar a lo que Triana supuso para el Rock Andaluz. Su legado, de hecho, atravesó los ochentas y los noventas llegando hasta la actualidad e influyendo a numerosas bandas españolas de rock duro.

Junto a todos estos grupos, surgen otros que podríamos calificar de «francotiradores», ya que, aunque comparten con los anteriores la adscripción generacional, el ambiente e, incluso, la escena, no pueden ser englobados realmente ni en el Rock Urbano ni en el sinfónico. Y para los que, en su momento, se acuñó el término «rock bronca», «rock macarra» o «rock cheli» a la hora de definir su estilo. Hablamos de bandas como Mermelada, Burning, Indiana, los vascos Brakaman o, ya más tangencialmente, La Romántica Banda Local, La Orquesta Mondragón, Veneno, Paracelso y Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán.

A ellos se unen, a partir de 1976, una oleada de artistas argentinos compuesta por músicos de origen rioplatense que se asentaron en España inmediatamente posterior a la muerte de Franco tras el establecimiento de una dictadura militar en su país. Hablamos de Moris, Sergio Makaroff, Joe Borsani y, sobre todo, Tequila (un grupo mayoritariamente español pero que contaba con dos miembros, Alejo Stivel y Ariel Rot de origen bonaerense).

Ninguno de ellos (ni los españoles ni los argentinos) guardaban débitos con el rock sinfónico ni con el Hard rock o el Heavy Metal. Sus influencias eran otras. El rock 'n' roll clásico, los Rolling Stones de la primera época y principios de los setenta, el Lou Reed más afilado, el David Bowie de la era Glam, el Rythm’n’blues de la vieja escuela o el pop ingenuo e inmediato de los sesenta. Curiosamente, si tuviéramos que buscar fuera de España un equivalente a lo que representaban estas bandas y solistas, lo más aproximado que podríamos encontrar sería el movimiento Pub rock que, por aquellos años, se desarrollaba en Gran Bretaña. De hecho, Mermelada practicaban un rythm’n’blues nervioso y urgente que estaba muy cerca, espiritual y estéticamente, de lo que, por aquel entonces hacían los británicos Dr. Feelgood. Indiana eran una banda de rock'n'roll y pop directo en la línea de The Flamin' Groovies. Brakaman eran herederos, espiritual y estéticamente, del viejo Glam rock y de los sonidos de bandas como New York Dolls y solistas como Lou Reed. La Orquesta Mondragón aunaba escenificaciones circenses, casi vodevilescas y paródicas, al estilo de los estadounidenses The Tubes con un rock fibroso, inspirado también en el glam, en los sonidos clásicos de los 50, 60 y primeros 70 y en cosas como las que estaba haciendo por aquel entonces Ian Dury con su banda Kilburn And The High Roads o, poco después, con los Blockheads. Y Burning o Moris no andaban muy lejos de lo que Graham Parker, Hammersmith Gorillas, Eddie & The Hot Rods o Ducks Deluxe estaban grabando en aquel momento (aunque en el caso de los madrileños, lo suyo era claramente más «stoniano»; y en el del argentino, su larga trayectoria anterior en su país de origen le dotaba de un pedigrí que no necesitaba referencias coyunturales).

En cualquier caso, de todos ellos (y exceptuando al ya veterano Moris, que volvió a Argentina a finales de los 80) fueron Burning los que desarrollaron una carrera más larga, permaneciendo fieles a su estilo hasta el día de hoy; arrastrando tras de sí una legión de fieles seguidores que incluyen varias generaciones y ganando un prestigio que los ha convertido en uno de los iconos vivos del rock’n’roll español.

También hay que destacar la originalidad de Veneno, banda sevillana formada por Kiko Veneno y los hermanos Amador (de origen gitano) que fusionaron el flamenco con el rock pero de una manera muy distinta a las bandas de Rock Andaluz. El componente rock que Veneno manejaba no tenía nada de sinfónico, estando mucho más cerca del rock'n'roll tradicional, del Blues e, incluso, de la nueva sensibilidad que anticipaban sonidos más modernos que iban a surgir ya en la década siguiente. Tras la rápida disolución del grupo, en 1978, tanto Kiko Veneno como los hermanos Amador (Rafael y Raimundo) siguieron su propia trayectoria (que los ha mantenido activos hasta la actualidad). El primero integrándose, en cierto modo, en la Nueva Ola y el post-punk de los ochenta y desarrollando un estilo propio y peculiar; y los segundos montando la banda Pata Negra, en la que fusionaron de forma absolutamente explícita el flamenco y el blues. De hecho, Raimundo Amador se ha convertido, con el paso de los años, en un icono del blues en español (género al que ha aportado su sensibilidad gitana y aflamencada, llegando a tocar con figuras como B.B. King).

Por su parte, los Tequila alcanzaron, casi inmediatamente, un éxito multitudinario (mayor incluso que el de los sinfónicos andaluces Triana) y se transformaron en una banda superventas y en un ejemplo del fenómeno «fans» de finales de los setenta, colocando todos sus discos (sencillos y LPs) en el número 1 de las listas hasta su disolución, en 1982. Quizás fue, precisamente, su descomunal y sorprendente éxito entre el público adolescente lo que distorsionó su verdadera imagen entre los aficionados más puristas del rock. De forma que, en aquel momento, hubo quien les consideró demasiado cercanos al mainstream, demasiado comerciales para ser tomados en serio.98 Afortunadamente, el paso del tiempo ha terminado otorgando la suficiente perspectiva para que hoy puedan ser reconocidos de forma objetiva y desprejuiciada.


El argentino Moris, figura de culto en España y genuino representante de los artistas llegados de Argentina a mediados de los setenta
Sobre la llegada de los artistas argentinos habría que dejar claras algunas cosas y, sobre todo, desmitificar ciertos lugares comunes que se han repetido muchas veces pero que no son ciertos. En primer lugar, los artistas argentinos que llegaron a España entre 1975 y 1976 no crearon corrientes nuevas sino que se integraron en escenas ya existentes. Y, mientras la mayor parte engrosó las filas de los «francotiradores» (más relacionados con el Pub rock británico que con otra cosa), hubo otros que lo hicieron en las del Rock urbano o del sinfónico. Así, una banda como Aquelarre -en la que figuraban músicos que habían formado parte de los míticos Almendra, liderados a finales de los 60 por Luis Alberto Spinetta- y que llegó a España al mismo tiempo que Moris, terminó formando parte de la corriente urbana y sinfónica (y pasando bastante desapercibida) mientras el resto de sus compatriotas se integraban en algo completamente diferente (y, quizás por eso mismo, terminaron convirtiéndose en figuras de culto u obteniendo un éxito comercial masivo; según los casos). El segundo lugar común es el que insiste en decir (sobre todo desde el otro lado del Atlántico) que los argentinos emigrados a España enseñaron a los grupos españoles a cantar Rock en castellano (porque se había perdido la costumbre o -en una afirmación que roza lo disparatado- nunca se había hecho hasta ese momento). Lo cierto es que ninguno de ellos, ni Aquelarre en la escena sinfónico-urbana, ni Moris y los demás en la semi pub-rockera, hicieron tal cosa. Por la simple razón de que nunca (ni siquiera en el periodo «underground» de principios de la década) se había perdido la costumbre de emplear el castellano en el Rock español. Es más, cuando los argentinos llegan a España, las nuevas corrientes han recuperado ya (definitivamente) el empleo del idioma materno de forma incuestionable tras el brevísimo paréntesis de 1970-73. El equívoco (repetido una y otra vez, sobre todo al otro lado del Atlántico) tiene su origen en una expresión acuñada por el prestigioso periodista musical español Diego A. Manrique, con vocación de licencia poética y cuyo objetivo era reivindicar la importancia del aporte argentino en el Rock español de la segunda mitad de los 70. Pero incluso el autor ha reconocido reiteradamente que su afirmación, de carácter laudatorio, no debía ser tomada al pie de la letra. Sirva la aclaración para acabar con un lugar común que, no por muchas veces repetido, deja de ser falso. En cualquier caso, insistir en que los artistas argentinos instalados en España a partir de 1976 trajeron consigo un formidable bagaje rockero (como correspondía a su propia tradición nacional) que enriqueció notablemente la escena del país de acogida.

Sea como sea, el caso es que, a finales de la década, la situación seguía siendo bastante positiva para el rock español. Es por eso que habría que cuestionar las teorías (extendidas, sobre todo, durante los años siguientes) que hablan de los 70 como de algo parecido a un hiato entre los 60 y los 80, una “década perdida”, una «travesía del desierto» en lo que al rock en España se refiere. Sin duda, el objetivo (quizás inconsciente) de esas afirmaciones era magnificar el impacto que la explosión ochentera tuvo en el panorama musical y cultural español, minusvalorando, al mismo tiempo, lo inmediatamente anterior. Aunque también hay que decir que no fue una tendencia exclusivamente española (pues la infravaloración de los setenta llegó a ser un lugar común en la historiografía del rock durante los años 80 y primeros 90 a lo largo y ancho del mundo). No obstante, con la perspectiva que dan el paso de los años y los estudios críticos e históricos, tal cosa ya no puede sostenerse. Máxime si tenemos en cuenta los datos puramente objetivos. Es cierto que el número de bandas y solistas dedicados al rock en la España de los setenta (y su presencia a nivel social y cultural) no puede compararse al que llegó a existir en la década anterior. También lo es que el relativo «fracaso» de la moda progresiva o «underground» en torno a 1973 trajo consigo algo parecido a un repliegue en cuanto a visibilidad e influencia social, mediática e incluso estética. Pero, al mismo tiempo, hay que señalar el casi inmediato surgimiento de nuevas alternativas, nuevas tendencias que impidieron el hiato y, sobre todo, alcanzaron un éxito más que notable, tanto comercial como de prestigio, a partir de 1975 (principalmente el Rock Urbano y, sobre todo, el Rock andaluz), devolviendo al género la popularidad y visibilidad que casi había estado a punto de perder.

En cualquier caso, es evidente que hacia 1978 el rock español, pese a lo que a veces se ha dicho, seguía gozando de excelente salud. Si bien es cierto que las grandes discográficas y los medios de masas seguían apostando por una música más comercial y ligera (sobre todo ídolos prefabricados para adolescentes y la omnipresente Música Disco) también lo es que el Rock Urbano y el fenómeno del «Rrollo» estaban firmemente asentados. Se celebraban conciertos y festivales multitudinarios con periodicidad anual (como una versión nacional y setentera de los clásicos Woodstock y Wight) entre los que destacaba el Canet Rock. Triana y, con ellos, el resto de grupos del Rock andaluz, vendían cientos de miles de discos y disfrutaban de un éxito más que notable. Tequila, con su rock directo y stoniano eran superventas absolutos, aparecían en revistas, programas de radio y TV y sus fotografías decoraban las carpetas escolares de las adolescentes. La Orquesta Mondragón entraba en las listas de ventas con sus dos primeros LPs y alcanzaba también una gran popularidad, combinando cierta teatralidad autoparódica con el rock más contundente. Existía, al menos, una banda española (Barrabás) que, haciendo realidad las esperanzas de finales de la década anterior, había alcanzado éxito en los mercados internacionales (europeos y anglosajones) durante buena parte de la década. Viejos representantes de la generación de los sesenta, como Miguel Ríos adaptaban su estilo a las nuevas tendencias urbanas y andaluzas y, en consecuencia, veían relanzada su carrera y volvían a gozar un gran éxito de público y de ventas. El prestigioso guitarrista Salvador Domínguez editaba un par de discos en solitario en los que mezclaba los viejos y nuevos sonidos del rock. Y, por si fuera poco, hasta una figura del flamenco más purista como podía ser Camarón de la Isla flirteaba con el rock (animado, sin duda, por el éxito del Rock andaluz) y publicaba un disco tan importante, influyente y decisivo para la historia de la música española como «La leyenda del tiempo»

rock en los años 80

Entre 1976 y 1977 se produjo una auténtica revolución en el rock mundial con la aparición del Punk y de la New wave en Estados Unidos y Gran Bretaña. A España llegaron muy pronto esos sonidos y movimientos, creando, entre las nuevas generaciones, una conmoción muy similar a la que había producido en el resto del mundo. El primer punk español. La ruptura con los setenta (1977- 1978) En la escena rock española la aparición del Punk y la New Wave tuvo el mismo carácter revulsivo, inesperado, e incontrolable que en sus focos originales (EEUU y Gran Bretaña). El fenómeno conocido como el Rrollo y sus principales manifestaciones musicales (Rock urbano, el Rock Andaluz y el Rock sinfónico) estaban asentados, gozaban de su momento de relativa gloria y parecían dominar el panorama musical y cultural alternativo. De hecho, en casos como los de Triana, Miguel Ríos o los jovencísimos Tequila, tenían un evidente éxito de ventas y alcanzaban los primeros puestos de las listas nacionales. Así que, cuando surgen grupos como los madrileños Kaka de Luxe, Plástico y Ramoncín y W.C. o los barceloneses La Banda Trapera del Río -considerados los primeros representantes del punk español-, Basura, Mortimer, Peligro y Almen TNT, cogen por sorpresa a bandas, críticos, aficionados y medios. En un primero momento, los popes del «Rrollo» ven en estos recién llegados una especie de aprendices, elementos asimilables, que no suponen ninguna amenaza. De hecho, al principio, algunos disc-jockeys y periodistas radiofónicos como el Mariscal Romero y Paco Pérez Bryan los apoyan (Romero llega a producir el disco de Kaka de Luxe y a publicarlo en 1978, en su sello Discos Chapa, especializado en Rock Urbano). Quizás confundidos por las letras de sus canciones, en las que prima una visión negativa de la ciudad y de la sociedad del momento (algo no muy diferente de lo que reflejaban los temas de bandas urbanas como Leño, Topo o Asfalto; y, sobre todo, los «francotiradores» del «rock bronca»). Pero pronto queda claro que los primeros punks españoles no sólo son, musical, espiritual y estéticamente, muy diferentes de los grupos de Rock Urbano sino que, además, reniegan de ellos (aunque no de los «broncas»). Sus referentes son otros: The Ramones, The Sex Pistols, The Damned, The Clash o los sesenteros The Velvet Underground e Iggy Pop y sus Stooges. Para colmo, sus letras, más que crítica social al uso (como entonces se estilaba), muestran un nihilismo y una ironía corrosiva que no tiene relación con nada de lo anterior. El Punk, para sorpresa de todos, es muy diferente a lo conocido hasta ese momento. No sólo resulta inasimilable, sino que acaba siendo letal para la escena dominante. Para terminar de dejar las cosas claras, en el verano de 1978 aparece en la revista Disco Exprés, un artículo firmado por el colectivo «Corazones Automáticos» en el que representantes de las nuevas generaciones de críticos y músicos (jóvenes que rozan los veinte años) reniegan definitivamente del Rock urbano, el Rock sinfónico, el Rock andaluz, el Hard Rock y todo lo que los setenta vienen representando. Es, por lo que a ellos respecta, el fin del Rrollo (al que ellos califican de «Rollo macabeo» y condenan al infierno musical, inaugurando una nueva acepción del término que tuvo mucho éxito en años posteriores -y hasta ahora mismo- siempre en un sentido claramente peyorativo). Revistas como Vibraciones y, sobre todo, Star, se desmarcan de las tendencias dominantes y apuestan claramente por el Punk y la New Wave. Es, de alguna manera, el fin de los setenta y de todo lo que la década ha representado. Un borrón y cuenta nueva para comenzar de cero. La coartada del Punk y de la New Wave asumida hasta sus últimas consecuencias. La explosión de los primeros ochenta. La nueva ola española y la movida madrileña (1978-1984) Las Chinas en 1979. El estallido del Punk provocó la aparición, a partir de 1978-79, de infinidad de bandas que configuraron lo que, en su momento, se denominó la Nueva Ola española98 (traducción literal del inglés New Wave) y que poco después fue conocido con el nombre de La Movida. A ese respecto hay que aclarar que el adjetivo “madrileña” que con tanta frecuencia se ha aplicado al movimiento surgió en un momento posterior. Y que no fueron los grupos, ni los críticos especializados los que lo emplearon, sino los medios culturales y políticos municipales, que vieron en ello una forma de autopromoción y de afianzamiento. Por eso, reconociendo la importancia del foco capitalino, es de justicia aclarar que el movimiento no fue, en modo alguno, exclusivamente madrileño, sino común a todo el país. En cualquier caso, sí es cierto que en Madrid surgieron muchísimas bandas, como Radio Futura, Alaska y los Pegamoides,128 Mamá, Aviador Dro y sus Obreros Especializados, Glutamato Ye-Yé, Nacha Pop, Los Secretos, Los Zombies, Los Elegantes, Los Modelos, Los Bólidos, Paraíso, Las Chinas, Los Ejecutivos Agresivos, Los Monaguillosh, Rubi y los Casinos, Ella y los Neumáticos, Los Gángsteres del Ritmo, Clavel y Jazmín o Flash Strato.129 Pero, al mismo tiempo, en otros puntos del país también aparecen un montón de grupos en la misma línea. Así, en Barcelona surgen Los Rebeldes, Los Rápidos, Lemo, Último Resorte, Los Sprays, Telegrama, Tebeo o Melodrama; en Valencia Los Auténticos; en León Menta o Los Cardiacos y en el País Vasco La Banda sin Futuro, Puskarra, Negativo, Zarama o UHF. Aunque son diferentes desde el punto de vista estilístico, todos tienen en común las influencias del Punk y la New Wave, un apoliticismo total en cuanto a las letras (lo que entonces algunos criticaron como “ausencia de compromiso”), la negación de los sonidos y la estética con los que se identificaba a los 70 y, al mismo tiempo, una especie de reivindicación explícita de los años 60 (pero sin caer en el revivalismo). Esta explosión trajo consigo mucho más que música. Se multiplicaron los fanzines, aparecieron nuevos programas de radio (tanto en onda media como en FM), nuevas revistas musicales (Rock Espezial, Rockdelux), cómics, películas, novelas y, sobre todo, nuevos locales (bares, salas de conciertos) en torno a las bandas y a los recién creados sonidos. Y cambió radicalmente la imagen, que pasó a ser algo muy importante. Estéticamente, los grupos tenían un aspecto muy diferente al de sus antecesores de los 70. Habían vuelto los pelos cortos, las americanas, las corbatas estrechas, las minifaldas, las medias de colores, los estampados Op-art, los pantalones de pitillo y los zapatos puntiagudos (o los botines de tacón cubano). Desaparecieron las melenas, las barbas, las maneras post-hippies y los vaqueros acampanados. En su afán por desmarcarse de la década anterior, los nuevos grupos reivindicaban los sonidos y la estética de los años sesenta, adaptados a los nuevos tiempos, llegando incluso a versionear canciones de las viejas bandas españolas de la era Beat.132 Por otra parte, mientras los grupos de Rock Urbano (e incluso los primeros punks) habían abordado el tema de la gran ciudad (la suya, la que sea) como algo hostil, sucio y desagradable, las bandas nuevaoleras declaraban su amor por la ciudad moderna, con sus multitudes, sus avenidas, sus escaparates, sus polígonos industriales, sus estaciones de metro y su iluminación nocturna y multicolor.133 Musicalmente, y a pesar de las diferencias estilísticas (que van del punk-pop de Alaska y los Pegamoides al Tecno-rock al estilo de Devo o Kraftwerk de Aviador Dro y sus Obreros Especializados) en casi todas las bandas se nota una evidente influencia de los sonidos enérgicos y directos del punk, del Power pop, del rock más directo y sencillo y, sobre todo, de referentes británicos y norteamericanos como The Ramones, Elvis Costello & The Attractions, Blondie, XTC, The B-52's, The Cars, Graham Parker & The Rumour, Talking Heads o Television. Canciones de poco más de dos minutos, con melodías directas, estribillos pegadizos, ritmos simples, predominio guitarrero y total ausencia de virtuosismo. Y, desde luego, cantadas siempre en castellano (como ya venía siendo normal desde la debacle del primer rock progresivo). Hacia 1981-83 se produce una nueva oleada de grupos, cada vez más eclécticos y variados en cuanto a sonido y estética, pero siempre con el común denominador de las influencias New Wave y post-punk.131 Hablamos de los madrileños Gabinete Caligari, Los Coyotes, Parálisis Permanente, Pistones, Sindicato Malone, PVP, Polanski y el Ardor, Los Zoquillos, Tótem, Los Nikis, Esclarecidos, Décima Víctima, Esplendor Geométrico, Oviformia Sci, Almodóvar & McNamara, Derribos Arias, Espasmódicos, Estación Victoria, Objetivo Birmania, Alphaville, OX Pow, Ciudad Jardín, La Mode o Alaska y Dinarama; los catalanes Loquillo y los Intocables (luego conocidos como Loquillo y los Trogloditas), Los Desechables, Kul de Mandril, Los Burros, Decibelios, Ultratruita o Brighton 64; los gallegos Siniestro Total, Golpes Bajos, Radio Océano, Viuda Gómez e Hijos y Os Resentidos (señalar que estos últimos, curiosamente, a pesar de cantar exclusivamente en gallego, obtuvieron notable éxito en toda España); los vascos Lavabos Iturriaga, La Dama se Esconde, Los Santos, Las Vulpess o Eskorbuto; los andaluces T.N.T, o Danza Invisible; los murcianos Farmacia de Guardia o Presuntos Implicados; los asturianos Ilegales; los mallorquines Ex-Crocodiles o Peor Impossible; los valencianos Seguridad Social, Morcillo el Bellaco y los Rítmicos, Interterror, Video, Glamour, Garage o Betty Troupe y los canarios Familia Real o Ataúd Vacante. Los estilos, como ya se ha dicho, son mucho más variados que los de la primera oleada. Van desde el rock casticista y casi “nacionalista” de Gabinete Caligari136 al Psychobilly (en la onda de The Cramps) de Los Coyotes o Los Desechables; pasando por el rock’n’roll tradicionalista de Loquillo y los Trogloditas; el punk de Siniestro Total, Interterror, Eskorbuto, Radio Océano, Espasmódicos, Viuda Gómez e Hijos o T.N.T; el pop sofisticado y elegante de Esclarecidos; el after-punk casi gótico de Parálisis Permanente, Alphaville o Décima Víctima (estos últimos deudores absolutos del sonido oscuro de los británicos Joy Division); los sonidos funkies de Ciudad Jardín u Objetivo Birmania; el Power pop de Pistones, los Zoquillos, Ex-Crocodiles o 091; los sonidos sintéticos, futuristas e industriales de Oviformia Sci y Esplendor Geométrico; la onda neorromántica y Tecno-Pop de Danza Invisible, Video o Betty Troupe; o el rock directo y canallesco de Ilegales. La avalancha es incontestable y cambia, definitivamente, el panorama del rock y del Pop en España y hasta el paisaje social, cultural y estético. Es el momento en que surgen las primeras “Tribus Urbanas” en el país. Las calles de las ciudades y los pueblos españoles se llenan de punks, góticos (entonces se les llamaba “siniestros”), mods, rockers, heavies, tecnos, teddies, etc. Con ellos surge también un espíritu hedonista que reacciona contra la politización de los últimos años del franquismo y de finales de los setenta y que reivindica exclusivamente la diversión, la modernidad e incluso la frivolidad. En un primer momento (1979-80) las compañías discográficas establecidas parecen apoyar a las nuevas bandas y fichan a muchas de ellas. Pero esos primeros lanzamientos, a pesar de venderse relativamente bien (sobre todo Radio Futura, Alaska y los Pegamoides o Nacha Pop), no alcanzan las cifras que la industria espera, por lo que ésta les da la espalda y vuelve a sus cantantes prefabricados para el público adolescente o se dedica a crear y promocionar sucedáneos nuevaoleros. Entre estos últimos (que nunca fueron considerados por los miembros de la verdadera Nueva Ola o “La Movida” como parte integrante del movimiento, precisamente por su enfoque comercial) destacan grupos y solistas como los power-poperos Los Trastos, Raquel y Los Tacones,98 los inclasificables Greta o los Sissi de Joe Borsani (ninguna de estas bandas obtuvo éxito, aunque quizás lo hubieran merecido); Azul y Negro (que conocieron su época de gloria entre 1981 y 1982 como abanderados comerciales del Tecno-Pop), Tino Casal (que había empezado como cantante de un grupo de rock en los sesenta, pero que tuvo la habilidad de reciclarse como abanderado del estilo New Romantic español) y, sobre todo, los famosísimos Mecano (que se conviritieron rápidamente en un fenómeno de ventas en el país y, con el paso de los años, obtuvieron también un gran éxito en Latinoamérica y en algunos países europeos). Ante el rechazo de la industria, la escena nuevaolera responde creando sus propios sellos discográficos. Surgen así los llamados “Sellos Independientes”, entre los que cabría destacar D.R.O., Nuevos Medios, Tres Cipreses, Twins, G.A.S.A. o Lollipop. Gestionados por gente tan joven como la que forma las bandas, publican exclusivamente grupos de la nueva ola y se distribuyen por toda España, apoyados por las emisoras de radio, los fanzines, las nuevas revistas musicales y la creciente escena nacional. Gracias a ellos, cientos de grupos graban sencillos, maxis y LPs y llegan a un público masivo. Su éxito es tan grande que, a mediados de la década (en torno a 1984) las multinacionales con presencia en el país se rinden a la evidencia y terminan absorbiendo a casi todos los sellos independientes (aunque manteniendo sus marcas para asegurarse al público). Pero es a partir de 1983 cuando “La Movida” recibe el espaldarazo definitivo: el apoyo de los poderes públicos y políticos españoles. Si bien es cierto que durante la etapa de la dictadura franquista (1957-1975) el régimen no había prohibido ni perseguido en modo alguno el rock y las subculturas juveniles, desde luego tampoco las había apoyado. Lo mismo puede decirse de la etapa de la Transición, en la que los primeros gobiernos españoles democráticos no habían prestado la menor atención al rock. No obstante, con la definitiva configuración del “Estado de las Autonomías”, las autoridades locales (municipales, provinciales, autonómicas) decidieron cuidar el vivero de votos que suponían las generaciones más jóvenes. Y, como forma de congraciarse y promocionarse ante ellas, comenzaron a apoyar al rock y a casi todas las manifestaciones juveniles (incluidas las numerosísimas celebraciones de conciertos en recintos de titularidad pública –pabellones municipales, etc- con contratación por parte de ayuntamientos; cosa que facilitó enormemente la difusión de los nuevos sonidos entre el público de grandes ciudades y pequeños pueblos). Así que la Nueva Ola y La Movida tuvieron una ventaja que ni siquiera los años 60 habían tenido. Y, en consecuencia, a partir de ese momento cuando la expresión “Movida madrileña” adquirió carta de naturaleza (gracias a la campaña de márketing desarrollada por las instituciones autonómicas y municipales capitalinas). Lo que, como ya hemos dicho, no deja de ser injusto y erróneo. En cualquier caso, tampoco hay que sobrevalorar lo que el respaldo “político” supuso. El mérito principal fue de las bandas y de los aficionados. Fueron ellos los que cambiaron el panorama musical, estético, cultural y espiritual del país (si es que alguien lo hizo). Si los ochenta fueron una Edad de Oro para el Pop y la Cultura españolas, fue gracias a los jóvenes músicos, escritores, cineastas, pintores, dibujantes, diseñadores. Y, sobre todo, al joven público que tan receptivo y entusiasta resultó. Tanto en las grandes capitales como en los pequeños pueblos de todo el país. Décima Víctima, abanderados del rock gótico (o "siniestro") español en una imagen de 1982. Así que hacia 1984 el panorama había sufrido un cambio radical. “La Movida” era un hecho incontestable que iba más allá de lo musical y abarcaba todo el espectro social, cultural y estético del país.146 En el cine, directores como Pedro Almodóvar, Fernando Colomo y David Trueba reflejaban el Madrid colorido y hedonista de los 80. En la pintura, artistas como Ceesepe, El Hortelano, los Costus o Miquel Barceló aplicaban las enseñanzas nuevaoleras al Arte pop español. En fotografía destacaban Ouka Lele y Alberto García-Alix. En la literatura, escritores como Luis Antonio de Villena, Vicente Molina Foix, Eduardo Haro Ibars o Terenci Moix ejercían como cronistas de lo que estaba pasando. El Cómic español vivía su propia “edad dorada” retroalimentándose de la estética y de las bandas nuevaoleras del país. En la TV (todavía estatal) se estrenaban programas dedicados en exclusiva a la nueva escena musical, como la última etapa de Musical Express, La Edad de Oro, Caja de Ritmos o Auambabuluba. Incluso la moda textil y el diseño industrial se subían al carro de La Movida y la Nueva Ola. La omnipresencia del rock y el Pop era absoluta en la sociedad española. Algo que no pasaba desde mediados de los años 60. Pero ahora en mayor medida, si cabe. Hasta los medios de comunicación europeos se hicieron eco del nuevo ambiente musical y cultural español y realizaron reportajes periodísticos y televisivos sobre lo que pasaba en el país. En vísperas de su entrada en la Comunidad Económica Europea (ahora Unión Europea), España se presentaba a sí misma como ejemplo de modernidad a todos los niveles. Y La Movida (un fenómeno cuyo único equivalente en la Europa continental de la época sólo fue, quizás, la Neue Deutsche Welle de Alemania) era su principal estandarte. Al margen de la movida. El heavy metal, el rock radical vasco y el punk de los ochenta (1980-1984) El estallido Punk y, sobre todo, la explosión nuevaolera y la aparición de La Movida habían resultado letales para los viejos sonidos de los 70. El Rock Andaluz se disolvió sin hacer apenas ruido, mientras los álbumes publicados a principios de los 80 por sus bandas más representativas (y que poco tiempo antes habían gozado de un éxito casi masivo) pasaban sin pena ni gloria y apenas encontraban eco entre el público y los medios.75 Lo mismo ocurrió con el Rock Urbano. Bandas emblemáticas del Rrollo setentero como Asfalto, Cucharada o Topo publicaron LPs que apenas tuvieron repercusión. Los primeros arrastraron una trayectoria mortecina a lo largo de la década, mientras los demás terminaron separándose. Coz, a pesar de obtener algunos éxitos puntuales en 1980, pasaron el resto de los 80 en el más absoluto anonimato. Incluso el “histórico” Miguel Ríos que, de alguna manera, se había apuntado al movimiento y que gozó de un segundo y crepuscular momento de gloria en el cambio de década, entró en barrena (desde el punto de vista comercial) a partir de 1983. Hacia 1984 todo aquello de los 70 (el Rrollo, el Rock Andaluz, el Rock sinfónico) parecía ser historia. E Historia Antigua, además. Sólo sobrevivieron algunos de los grupos que no podían ser adscribibles a los estilos dominantes de los 70: los "inclasificables" o "francotiradores" como Burning, Mermelada, La Orquesta Mondragón, Kiko Veneno o Pata Negra. Pero, salvando esas (y algunas otras) excepciones, lo cierto es que, a primera vista, La Movida y la Nueva Ola habían arrasado con todo lo anterior. No obstante, el panorama no era tan trágico. Hubo más supervivientes. Medina Azahara, que habían formado parte del Rock andaluz, evolucionaron hacia sonidos más duros y terminaron haciéndose un hueco en la recién nacida escena del Heavy Metal español, de la misma forma que los Ñu, banda veterana del Rock urbano. Pero el ejemplo más destacable de supervivencia, éxito y fidelidad a sus raíces fue el de Leño. Genuinos representantes de lo mejor del Rock Urbano setentero, los Leño no sólo mantuvieron el tipo en el cambio de década, sino que consiguieron erigirse en los principales representantes del género, arrastrando tras de sí un público fiel, vendiendo decenas de miles de discos y manteniendo el estandarte del viejo Rock Urbano. Tras su separación, en 1983, su líder y cantante Rosendo inició una carrera en solitario igual de exitosa y coherente que ha durado hasta hoy y lo ha convertido en un referente de ese tipo de sonidos. Al mismo tiempo, nuevas y jóvenes bandas como los navarros Barricada o los gallegos Los Suaves surgieron en torno a 1981-82. Auténticos herederos del Rock Urbano de los 70, supieron, además, conjugar y aprovechar las influencias de los nuevos sonidos de finales de esa década y principios de los 80, sobre todo el Punk y el rock’n’roll más primario de gente como The Ramones, alumbrando un estilo que, sin perder las raíces, ofrecía una evidente renovación y puesta al día. Sin apoyo de los medios ni de la industria (demasiado ensimismados con La Movida y la Nueva Ola), fueron haciéndose un hueco entre la afición, vendiendo muchísimos discos, obteniendo notable éxito y desarrollando una larga trayectoria que los ha llevado hasta mediados de los años 2010. Mención especial merece el caso de Joaquín Sabina, que había empezado su carrera en los años 70 como cantautor acústico, pero que ya en su álbum "Malas compañías" de 1980 había desarrollado un sonido más eléctrico que podría ser catalogado sin problema como Folk rock. En cualquier caso, a partir de 1983, abraza de forma explícita el Pop rock; y el resultado, quizás de manera involuntaria, ofrece un cierto entronque con el viejo Rock urbano de la década anterior, siquiera sea tangencialmente. Por otra parte, y también heredera del viejo Rock Urbano, surge con tremenda fuerza por aquellos años (1980-81) una nueva corriente que va durar hasta nuestros días manteniendo una vitalidad fuera de duda: el Heavy Metal español.158 Con antecedentes directos en grupos españoles de la década anterior como los hardrockeros Storm, Tapiman y Época o los "urbanos" Tarántula, Moon y Unión Pacific, influida por los viejos sonidos de los 70 y, sobre todo, por la eclosión de la Nueva ola del heavy metal británico en Reino Unido, la escena heavy española sirvió, en un primer momento, de refugio para los viejos aficionados a los sonidos más duros pero, sobre todo, creó en torno suyo toda una subcultura que contó -y cuenta aún- con cientos de miles (si no millones) de entusiastas seguidores. Las primera bandas, ya clásicas, fueron Barón Rojo, Obús y Ángeles del Infierno surgidas justo al inicio de la década y fundadas por músicos que venían de la escena urbana. Poco después aparecen Santa, Panzer, Sobredosis, Tigres, Muro, Niágara, Bella Bestia, Banzai (liderados por el histórico Salvador Domínguez), Zarpa, Tarzen, Pedro Botero o Sangre Azul entre otras muchas. Moviéndose fuera de los circuitos nuevaoleros y, como en el caso de los herederos del Rock Urbano, recibiendo menos atención por parte de los medios que la que se prestaba a las bandas de La Movida, los grupos heavies alcanzaron un éxito enorme, llegando a las primeras posiciones de las listas de ventas y, sobre todo, alumbrando una escena vigorosa e importantísima. La España de los 80 puede que sea incomprensible sin la estética New Wave y la presencia, a todos los niveles (culturales, musicales y sociales), de La Movida. Pero también es cierto que, en aquellos mismos años, el Heavy Metal era parte del paisaje del país. Tan omnipresente y ubicuo como las manifestaciones nuevaoleras. De hecho, millones de chavales se declaraban “heavies”, conformando la tribu urbana más numerosa y visible en los pueblos y ciudades de España. A ese respecto, hay que precisar que, a pesar de lo que la “leyenda” forjada por periodistas y aficionados cuenta, y reconociendo que La Movida acaparaba mucha mayor atención mediática y cultural, la escena Heavy Metal española no sufrió ningún tipo de ninguneo o dificultad especial con respecto a la nuevaolera. Las casas discográficas la apoyaron desde el principio (sobre todo porque las ventas de discos de las bandas heavies alcanzaban cifras más elevadas que las de muchos grupos de La Movida). Tuvo a su favor una prensa musical dedicada exclusivamente a ella (la histórica Popular 1 y nuevas revistas que aparecieron por la época, especializadas únicamente en los sonidos heavies), amén de numerosos programas de radio. Y, sobre todo, contó con el soporte de una afición leal y numerosísima; mucho mayor que la que seguía cualquier otro estilo. Por último, ha de tenerse en cuenta que el ambiente general de la época era favorable a cualquier manifestación musical y cultural juvenil, por lo que los grupos españoles de Heavy Metal se beneficiaron de las mismas facilidades que los de La Movida a la hora de ofrecer conciertos y ser contratados y patrocinados por poderes públicos y organismos oficiales (ayuntamientos, diputaciones, etc). Lo que sí es cierto es que la escena Heavy Metal española mantuvo, a lo largo de los 80, una especie de aislamiento con respecto a las demás; mostrándose impermeable a las influencias musicales o estéticas de otras corrientes como la Nueva Ola, el Punk o el Rock’n`Roll tradicional. Quizás su fuerza y vitalidad y, sobre todo, el enorme número de seguidores que la conformaban hacían innecesario buscar apoyo en la interrelación con otras escenas y otros movimientos. Sea como fuere, el Heavy Metal español siguió orgullosamente "aislado" y autosuficiente hasta bien entrados los 90; apartado de La Movida, el Punk y cualquier otra corriente de la época tanto en lo musical como en lo estético; nutriéndose casi exclusivamente de las influencias anglosajonas y europeas; y relacionándose más fácilmente con las escenas heavies de otros países del entorno (como Francia, Reino Unido, Italia o Alemania) antes que con otras tendencias musicales de su propio país. De todo el panorama del Heavy Metal español, fue Barón Rojo el grupo que alcanzó, sin duda, mayor trascendencia. Todos sus discos fueron éxitos rotundos en el país; e incluso consiguió cierta repercusión en los ambientes especializados europeos (Francia, Alemania y, sobre todo, Reino Unido), llegando a participar en festivales internacionales como el de Reading. A pesar de lo que a veces han dicho sus apologistas más acérrimos no entró en las listas de ventas en esos países, pero sí alcanzó el mayor nivel de prestigio y reconocimiento que jamás haya gozado una banda de metal español en los ambientes heavies del resto de Europa. Similar en cuanto a intensidad y arraigo a la del Heavy Metal (y también en lo que a “aislamiento” y autosuficiencia respecta) fue la que podríamos denominar escena Punk española de los 80. Tras la desaparición de las primeras bandas de los años 1977-79, el relevo llegó rápidamente (hacia 1980) con lo que, a veces, se ha denominado la "segunda oleada punk española". Grupos que ya han sido mencionados en el apartado anterior (y que, en su momento se percibieron formando parte de La Movida) como podían ser Siniestro Total, los pioneros Último Resorte, T.N.T., Farmacia de Guardia, Interterror, Espasmódicos, Las Vulpess, OX Pow o Eskorbuto practicaban un punk todavía cercano a las raíces de la explosión original del 77. Los últimos, en concreto, se convirtieron, con el paso de los años (gracias a sus propios méritos y, en parte, al trágico destino posterior de sus miembros) en toda una leyenda del Punk español. Pero junto a ellos surgieron muchas otras formaciones que tuvieron menos éxito y presencia pero que conformaron una escena hiperactiva y muy extendida por todo el país. Hablamos de Larsen, Subterranean Kids, La UVI, Delincuencia Sonora, IV Reich, Cocadictos, L’Odi Social, Commando 9mm, Anti/Dogamitkss, La Broma de Ssatán, Shit S.A., Kangrena, HHH, Frenopatiks, Attak, GRB y cientos más. Casi todas estas bandas estaban más inspiradas por la segunda ola Punk británica y californiana representada por bandas como The Exploited, UK Subs, Dead Kennedys, Black Flag, Bad Religion o The Adicts que por los sonidos del 77. Y, como es lógico, hacia mediados de la década la mayoría terminaron decantándose por el Hardcore punk. De todas las escenas, quizás ésta fue la más cerrada e insobornable. Rechazando radicalmente integrarse en el mainstream, los grupos sólo grababan en pequeño sellos independientes de corta vida mientras que los únicos medios que los apoyaban (y a través de los que se expresaban) eran fanzines de tiradas limitadas y emisoras piratas de radio. A pesar de ello, consiguieron hacer sentir su presencia por todo el país y llegaron a un buen número de seguidores. Cicatriz en concierto en un "gaztetxe" vasco (1984) Íntimamente relacionado con la escena Punk (al menos al principio), por aquella misma época apareció otro de los movimientos más característicos y originales del rock en España: el denominado Rock radical vasco (o RRV). Compuesto por grupos originarios del País Vasco y Navarra como RIP, Cicatriz, M.C.D., Jotakie o La Polla Records, en un primer momento se nutría fundamentalmente de sonidos directamente extraídos del Punk y del Hardcore punk. Con la aparición de nuevas bandas como Kortatu, Potato, Baldin Bada o Hertzainak la corriente se abrió a nuevos sonidos como el Ska, el Reggae e, incluso, el viejo Rock Urbano. Su principal característica era el carácter de crítica social y política de las letras de sus canciones (con especial incidencia en la situación vasca, en una época en que el terrorismo de la banda separatista E.T.A. era especialmente intenso) en las que arremetían contra el gobierno, la represión policial y la actuación de los poderes políticos y económicos. A pesar de que algunos grupos cantaban en Euskera, de que todos grababan en pequeños sellos vascos y navarros (como Oihuka o Soñúa), de que nunca tuvo el apoyo de los medios nacionales y de que incluso se lo relacionó con un sector político muy determinado como era la Izquierda abertzale (algo de lo que muchas de las bandas se desmarcaron, mientras que otras lo aceptaban con naturalidad), lo cierto es que el RRV obtuvo un amplio eco y un gran éxito (incluido el de ventas) en toda España. En cualquier caso, y para terminar, la existencia, arraigo y éxito de todas estas escenas y movimientos demostraban que en el rock español de la primera mitad de los 80, y a pesar de la omnipresencia de la Nueva Ola, La Movida no lo era todo. La segunda mitad de los ochenta. Después de la movida; el éxito comercial y la aparición de las sub-escenas (1984-1990) Al recibir el apoyo de los poderes públicos y de la cultura oficial, la Movida se “oficializó”; se “institucionalizó”. Y, en consecuencia, dejó de existir como verdadero movimiento juvenil; vivo, espontáneo, generador de grupos, corrientes musicales, modas y estéticas. De forma que hacia 1984 (justo en el momento de su apogeo) puede afirmarse que La Movida había llegado a su fin. Eso no quiere decir que desaparecieran las bandas nacidas con ella, en absoluto. De hecho, fue a partir de ese momento cuando muchas de ellas se consolidaron y consiguieron, además, un éxito comercial masivo, vendiendo cientos de miles de discos y dominando las listas españolas hasta principios de los 90. Al hablar del final de La Movida nos referimos a que, a partir de 1984-85, los grupos y estilos musicales que siguieron surgiendo en España hasta el final de la década (y que fueron tan numerosos e innovadores como los del periodo 1979-83) ya no pueden ser considerados parte de ella ni de la Nueva Ola. El Último de la Fila En cualquier caso, insistir en que la desaparición de La Movida no trajo, en modo alguno, un descenso en la vitalidad musical ni supuso ningún bache para el rock español y su presencia en la sociedad. Entre 1984 y 1990 siguieron surgiendo miles de bandas de diferentes estilos, como prolongación de un Boom ininterrumpido que sólo podía compararse al de los años 60 (y que, seguramente, fue todavía más intenso). A pesar de haber desaparecido como movimiento vivo, el legado de La Movida duró toda la década (y llegó hasta los primeros años 90). El rock y el pop seguían omnipresentes en la sociedad española; los conciertos (en pueblos y ciudades) aumentaron en número, frecuencia y calidad; las ventas de discos de bandas nacionales alcanzaron cifras inimaginables sólo unos pocos años antes, llegando a copar las listas; la coexistencia de compañías multinacionales y sellos independientes facilitaron la posibilidad de grabar discos a los nuevos grupos; la prensa musical seguía en auge (apareciendo nuevas revistas cada vez más especializadas como Ruta 66, Metal Hammer o Heavy Rock; mientras continuaba la avalancha de fanzines). En resumen, los años 80, durante su segunda mitad, siguieron siendo una auténtica Edad de Oro para el rock y el pop en España. Con la ventaja añadida de contar con un ambiente ya consolidado a todos los niveles. Además, como ya se ha apuntado, entre 1984 y 1990 (y aún después) muchas formaciones de La Movida se convirtieron en auténticos superventas, alcanzando un éxito masivo. Así ocurrió con Alaska y Dinarama, Radio Futura, Gabinete Caligari, Loquillo y Los Trogloditas, los ramonianos Los Nikis, Siniestro Total, o Nacha Pop.Por no hablar de Mecano (que nunca pertenecieron realmente al movimiento nuevaolero original). Entre las miles de nuevas bandas que aparecieron a partir de 1984, hubo muchas que se nutrieron, básicamente, de referencias que la propia Movida había creado; tanto en estética como en estilo. En lugar de buscar influencias exteriores en el rock y el pop que se estaba haciendo fuera, optaron, más bien, por reciclar y actualizar la estética, el sonido y la actitud de los primeros grupos nuevaoleros (sobre todo su carácter hedonista y carente de pretensiones). Fue, de alguna manera, como si la explosión española de los primeros 80 hubiese creado su propia escuela y ellos se considerasen sus alumnos. Es el caso de grupos que alcanzaron también gran éxito de ventas durante esos años como La Unión, La Guardia, Los Toreros Muertos, El Norte, Los Limones, Cómplices, Semen Up, The Refrescos, Duncan Dhu, El Último de la Fila, Tam Tam Go o, sobre todo, Los Hombres G (estos últimos se convirtieron en un auténtico fenómeno mediático, a la altura de Mecano; y, como ellos, incluso llegaron a triunfar en algunos países latinoamericanos). Justo por aquella época empezó a extenderse entre los medios generalistas el término "Pop rock español" para definir el estilo de estas bandas. Pero la mayor parte de las nuevas formaciones surgidas durante la segunda mitad de los 80 siguieron un camino muy diferente. Sin renegar abiertamente de La Movida (no se produjo nada parecido a la negación de los 70 por parte del primer punk y la Nueva Ola) e incluso reconociéndose, de alguna manera, deudores de lo que había iniciado, sí tendieron claramente a desmarcarse de ella, buscando sus referencias y guías en las nuevas corrientes que el rock anglosajón estaba trazando en aquel momento y, de alguna manera, dando cordialmente la espalda a sus “hermanos mayores” de principios de la década (que, para colmo, dominaban las listas de éxitos). Esta segunda (o tercera) oleada de los 80 se caracterizó, además, por practicar estilos muy diferentes entre sí que dieron lugar a escenas (o sub-escenas) totalmente distintas y perfectamente reconocibles. Si la diversidad estilística de La Movida no había impedido que ésta fuese considerada como un todo, como una escena única, la gran novedad de la segunda mitad de los 80 fue la “compartimentación”; la creación de una multitud de escenas diferentes, con sus propios seguidores, su estética particular y sus códigos exclusivos. A veces interrelacionadas entre sí y sometidas a influencias y conexiones casi simbióticas; pero otras rigurosamente segregadas (un poco al estilo de lo que ya ocurría con el Heavy Metal y el Hardcore punk). Surgieron así miles de bandas y docenas de nuevos estilos como el “Rock de raíces”, la “Neopsicodelia”, el Power pop, el “Rockabilly”, el "Killer-rock", el “Country-punk”, el “Rock gótico”, el “Garage Revival”, el “Paisley Underground”, el “Anorak Pop”, el “Mod”, el “Sleaze rock”, el “Biker rock”, etc. El fenómeno, desde luego, no fue exclusivamente español. La aparición de “sub-escenas” caracterizó el rock y el pop europeo (y mundial) de aquella época y, de hecho, ha seguido hasta hoy. En eso, España simplemente siguió la tendencia del resto de los países europeos y de los focos originales de la música rock (EEUU y Reino Unido).Curiosamente, si, por un lado, esa “compartimentación” (y consiguiente aislamiento) tuvo aspectos negativos, al restar a ciertos estilos capacidad para obtener audiencias masivas y éxito comercial; por otra también contó con su parte positiva, al facilitar los contactos y las influencias mutuas (que fueron y siguen siendo muy fluidas) de las españolas con las del resto del mundo. De forma que, a partir de ese momento, comenzó a ser normal que bandas españolas que nunca alcanzaron éxito en el mercado mainstream nacional fuesen conocidas por aficionados y miembros de las escenas correspondientes (también minoritarias en sus propios países, claro está) del resto de Europa y del mundo. En cualquier caso, a partir de 1984-85 surgieron miles de jóvenes bandas que renovaron totalmente el panorama del rock español y le insuflaron nuevas energías. Como representantes de un rock’n’roll tradicional (pero no revivalista), crudo y sin florituras merecen ser nombrados Las Ruedas, Los Enemigos (que desarrollaron una larga trayectoria hasta bien entrado el siglo XXI), La Resistencia, Los Marañones, Los Cafres, Academia Parabüten, Los Ronaldos (que gozaron de un más que notable éxito hasta 1990) o Los Desperados. Cercanos a su estilo, pero más influidos por el Neocountry-rock y el Country-punk (en la onda de Dwight Yoakam, Jason and the Scorchers o The Long Ryders) estaban La Frontera, Primavera Negra, Los Proscritos o Tahures Zurdos. La Granja o Los Potros, por su parte, preferían sumergirse de lleno en el Power pop, mientras los viejos sonidos mods se veían revitalizados por la aparición de Los Flechazos y Los Sencillos. El Rockabilly de los 50 conocía un nuevo auge gracias a docenas de nuevas bandas rockers entre las que destacaban Los Tornados, Los Brioles, Más Birras, Rock’n’Bordes, Los Lobos Negros o Los Gatos Locos. El rock crudo, violento y visceral, en la onda The Stooges o MC5 fue reivindicado por formaciones como Dogo y los Mercenarios, Los Bichos, Los Deicidas, Ángel y las Guais, Los Pantano Boas o Surfin’ Bichos (aunque éstos también tenían una marcada querencia por los sonidos de The Velvet Underground). El Revival del rock de Garaje dio sus primeros pasos en España con bandas como The Nativos, Sex Museum, The Furtivos, Los Fossiles, Los Macana o Los Mestizos (en su primera época, antes de decantarse por la World music y el Latín rock), alumbrando una escena que, con el paso de los años, se convertiría en una de las más potentes de Europa y del mundo en su género.189 Cercanos a los sonidos garajeros, pero más influidos por la Psicodelia sesentera y revivalista y el Paisley Underground estuvieron los barceloneses Los Negativos. También psicodélicos, pero mucho más experimentales y vanguardistas fueron John Landis Fans. Otros que experimentaron con la música y los sonidos fueron Mar Otra Vez, aunque lo suyo debía más a las enseñanzas del Post-punk y la No wave. Los DelTonos, por el contrario, tiraban por cosas más clásicas, mezclando el viejo Rythm’n’blues de toda la vida con el rock sucio y guitarrero al estilo del americano George Thorogood. Aventuras de Kirlian, por su cuenta, recreaban el sonido descaradamente británico, ingenuo, minimalista y naif del "Anorak Pop" y de lo que se conoció luego como "Indie" y "C86". Incluso hubo una banda, llamada Malevaje que fusionó el Tango argentino con las maneras y actitud del viejo rock’n’roll clásico de los 50. Por último, grupos como Comité Cisne, Orgullo de España o Héroes del Silencio (unos zaragozanos que en los 90 se convertirían en todo un fenómeno de masas tanto en España como en Latinoamérica) se acercaban más al pop británico al estilo de The Smiths y, sobre todo, a un tipo de sonido más épico y oscuro. Como ya se ha dicho, pocas de estas bandas consiguieron auténticos éxitos de ventas (excepción hecha de La Frontera, Los Ronaldos, Malevaje y, sobre todo, Héroes del Silencio; y, ya más tangencialmente, Los Flechazos y La Granja). Pero casi todas obtuvieron suficiente eco y presencia a nivel nacional. En realidad, los puestos más altos de las listas estaban copados por los “veteranos” grupos de La Movida, que conocieron su verdadero auge comercial precisamente durante la segunda mitad de la década de los 80. El rock y el pop en castellano vivieron entonces su último momento de gloria y éxito masivo, llegando, en algunas ocasiones, a desbancar en las preferencias y gustos del público a las grandes figuras internacionales. La situación, en torno a 1990, volvía a ser excelente. Incluso mejor que a finales de los 60 en lo que al mercado interno se refiere. El rock y el pop dominaban otra vez el ambiente, la moda, la estética, la cultura y la sociedad. Había miles de bandas y docenas de escenas vigorosas, se vendían cientos de miles de discos, surgían nuevas formaciones, se programaban conciertos y, en un nuevo paralelismo con lo ocurrido veinte años antes, algunas bandas españolas incluso conseguían triunfar en el mercado internacional (Hombres G y Mecano, sobre todo, alcanzaron notable éxito en Latinoamérica. Y los últimos conseguían colocar una versión grabada en idioma francés de uno de sus álbumes en los primeros puestos de listas de ventas de Francia, Italia, Alemania, Bélgica y otros países europeos). No obstante, hubo algunas diferencias de calado entre las dos “Edades de Oro”. Mientras que en los 60 el rock español llegó a entrar en las chart-lists anglosajonas, en los 80 su proyección internacional fue mucho más limitada, centrándose en Latinoamérica y, en un solo caso (el ya mentado de Mecano) en Europa continental. La otra diferencia consistió en la diferente reacción del poder político ante el fenómeno. Durante los 60 el régimen dictatorial franquista fue absolutamente indiferente ante el movimiento rock y pop que sacudió el país y, desde luego, no existió ningún tipo de apoyo por su parte. En los 80, con la democracia ya asentada, los poderes públicos (sobre todo locales -autonómicos, provinciales, municipales-) promocionaron y apoyaron las manifestaciones culturales juveniles, llegando al extremo de patrimonializar y oficializar La Movida. Eso tuvo sus cosas buenas (la proliferación de conciertos, el aumento de ingresos económicos y de presencia a nivel de público por parte de las jóvenes bandas, el ambiente propicio al rock en general) y sus cosas malas (el aprovechamiento por parte de las instancias políticas, la pérdida de la espontaneidad y el ensimismamiento y "autismo" en que el propio movimiento terminó cayendo). Sea como sea, es indudable que los 80 habían sido una Edad de Oro para el rock y el pop españoles.

rock en los años 50

El rock llegó a España relativamente pronto. Los primeros discos de Bill Haley & His Comets, Elvis Presley y otros solistas se publica...