viernes, 16 de junio de 2017

rock en los años 80

Entre 1976 y 1977 se produjo una auténtica revolución en el rock mundial con la aparición del Punk y de la New wave en Estados Unidos y Gran Bretaña. A España llegaron muy pronto esos sonidos y movimientos, creando, entre las nuevas generaciones, una conmoción muy similar a la que había producido en el resto del mundo. El primer punk español. La ruptura con los setenta (1977- 1978) En la escena rock española la aparición del Punk y la New Wave tuvo el mismo carácter revulsivo, inesperado, e incontrolable que en sus focos originales (EEUU y Gran Bretaña). El fenómeno conocido como el Rrollo y sus principales manifestaciones musicales (Rock urbano, el Rock Andaluz y el Rock sinfónico) estaban asentados, gozaban de su momento de relativa gloria y parecían dominar el panorama musical y cultural alternativo. De hecho, en casos como los de Triana, Miguel Ríos o los jovencísimos Tequila, tenían un evidente éxito de ventas y alcanzaban los primeros puestos de las listas nacionales. Así que, cuando surgen grupos como los madrileños Kaka de Luxe, Plástico y Ramoncín y W.C. o los barceloneses La Banda Trapera del Río -considerados los primeros representantes del punk español-, Basura, Mortimer, Peligro y Almen TNT, cogen por sorpresa a bandas, críticos, aficionados y medios. En un primero momento, los popes del «Rrollo» ven en estos recién llegados una especie de aprendices, elementos asimilables, que no suponen ninguna amenaza. De hecho, al principio, algunos disc-jockeys y periodistas radiofónicos como el Mariscal Romero y Paco Pérez Bryan los apoyan (Romero llega a producir el disco de Kaka de Luxe y a publicarlo en 1978, en su sello Discos Chapa, especializado en Rock Urbano). Quizás confundidos por las letras de sus canciones, en las que prima una visión negativa de la ciudad y de la sociedad del momento (algo no muy diferente de lo que reflejaban los temas de bandas urbanas como Leño, Topo o Asfalto; y, sobre todo, los «francotiradores» del «rock bronca»). Pero pronto queda claro que los primeros punks españoles no sólo son, musical, espiritual y estéticamente, muy diferentes de los grupos de Rock Urbano sino que, además, reniegan de ellos (aunque no de los «broncas»). Sus referentes son otros: The Ramones, The Sex Pistols, The Damned, The Clash o los sesenteros The Velvet Underground e Iggy Pop y sus Stooges. Para colmo, sus letras, más que crítica social al uso (como entonces se estilaba), muestran un nihilismo y una ironía corrosiva que no tiene relación con nada de lo anterior. El Punk, para sorpresa de todos, es muy diferente a lo conocido hasta ese momento. No sólo resulta inasimilable, sino que acaba siendo letal para la escena dominante. Para terminar de dejar las cosas claras, en el verano de 1978 aparece en la revista Disco Exprés, un artículo firmado por el colectivo «Corazones Automáticos» en el que representantes de las nuevas generaciones de críticos y músicos (jóvenes que rozan los veinte años) reniegan definitivamente del Rock urbano, el Rock sinfónico, el Rock andaluz, el Hard Rock y todo lo que los setenta vienen representando. Es, por lo que a ellos respecta, el fin del Rrollo (al que ellos califican de «Rollo macabeo» y condenan al infierno musical, inaugurando una nueva acepción del término que tuvo mucho éxito en años posteriores -y hasta ahora mismo- siempre en un sentido claramente peyorativo). Revistas como Vibraciones y, sobre todo, Star, se desmarcan de las tendencias dominantes y apuestan claramente por el Punk y la New Wave. Es, de alguna manera, el fin de los setenta y de todo lo que la década ha representado. Un borrón y cuenta nueva para comenzar de cero. La coartada del Punk y de la New Wave asumida hasta sus últimas consecuencias. La explosión de los primeros ochenta. La nueva ola española y la movida madrileña (1978-1984) Las Chinas en 1979. El estallido del Punk provocó la aparición, a partir de 1978-79, de infinidad de bandas que configuraron lo que, en su momento, se denominó la Nueva Ola española98 (traducción literal del inglés New Wave) y que poco después fue conocido con el nombre de La Movida. A ese respecto hay que aclarar que el adjetivo “madrileña” que con tanta frecuencia se ha aplicado al movimiento surgió en un momento posterior. Y que no fueron los grupos, ni los críticos especializados los que lo emplearon, sino los medios culturales y políticos municipales, que vieron en ello una forma de autopromoción y de afianzamiento. Por eso, reconociendo la importancia del foco capitalino, es de justicia aclarar que el movimiento no fue, en modo alguno, exclusivamente madrileño, sino común a todo el país. En cualquier caso, sí es cierto que en Madrid surgieron muchísimas bandas, como Radio Futura, Alaska y los Pegamoides,128 Mamá, Aviador Dro y sus Obreros Especializados, Glutamato Ye-Yé, Nacha Pop, Los Secretos, Los Zombies, Los Elegantes, Los Modelos, Los Bólidos, Paraíso, Las Chinas, Los Ejecutivos Agresivos, Los Monaguillosh, Rubi y los Casinos, Ella y los Neumáticos, Los Gángsteres del Ritmo, Clavel y Jazmín o Flash Strato.129 Pero, al mismo tiempo, en otros puntos del país también aparecen un montón de grupos en la misma línea. Así, en Barcelona surgen Los Rebeldes, Los Rápidos, Lemo, Último Resorte, Los Sprays, Telegrama, Tebeo o Melodrama; en Valencia Los Auténticos; en León Menta o Los Cardiacos y en el País Vasco La Banda sin Futuro, Puskarra, Negativo, Zarama o UHF. Aunque son diferentes desde el punto de vista estilístico, todos tienen en común las influencias del Punk y la New Wave, un apoliticismo total en cuanto a las letras (lo que entonces algunos criticaron como “ausencia de compromiso”), la negación de los sonidos y la estética con los que se identificaba a los 70 y, al mismo tiempo, una especie de reivindicación explícita de los años 60 (pero sin caer en el revivalismo). Esta explosión trajo consigo mucho más que música. Se multiplicaron los fanzines, aparecieron nuevos programas de radio (tanto en onda media como en FM), nuevas revistas musicales (Rock Espezial, Rockdelux), cómics, películas, novelas y, sobre todo, nuevos locales (bares, salas de conciertos) en torno a las bandas y a los recién creados sonidos. Y cambió radicalmente la imagen, que pasó a ser algo muy importante. Estéticamente, los grupos tenían un aspecto muy diferente al de sus antecesores de los 70. Habían vuelto los pelos cortos, las americanas, las corbatas estrechas, las minifaldas, las medias de colores, los estampados Op-art, los pantalones de pitillo y los zapatos puntiagudos (o los botines de tacón cubano). Desaparecieron las melenas, las barbas, las maneras post-hippies y los vaqueros acampanados. En su afán por desmarcarse de la década anterior, los nuevos grupos reivindicaban los sonidos y la estética de los años sesenta, adaptados a los nuevos tiempos, llegando incluso a versionear canciones de las viejas bandas españolas de la era Beat.132 Por otra parte, mientras los grupos de Rock Urbano (e incluso los primeros punks) habían abordado el tema de la gran ciudad (la suya, la que sea) como algo hostil, sucio y desagradable, las bandas nuevaoleras declaraban su amor por la ciudad moderna, con sus multitudes, sus avenidas, sus escaparates, sus polígonos industriales, sus estaciones de metro y su iluminación nocturna y multicolor.133 Musicalmente, y a pesar de las diferencias estilísticas (que van del punk-pop de Alaska y los Pegamoides al Tecno-rock al estilo de Devo o Kraftwerk de Aviador Dro y sus Obreros Especializados) en casi todas las bandas se nota una evidente influencia de los sonidos enérgicos y directos del punk, del Power pop, del rock más directo y sencillo y, sobre todo, de referentes británicos y norteamericanos como The Ramones, Elvis Costello & The Attractions, Blondie, XTC, The B-52's, The Cars, Graham Parker & The Rumour, Talking Heads o Television. Canciones de poco más de dos minutos, con melodías directas, estribillos pegadizos, ritmos simples, predominio guitarrero y total ausencia de virtuosismo. Y, desde luego, cantadas siempre en castellano (como ya venía siendo normal desde la debacle del primer rock progresivo). Hacia 1981-83 se produce una nueva oleada de grupos, cada vez más eclécticos y variados en cuanto a sonido y estética, pero siempre con el común denominador de las influencias New Wave y post-punk.131 Hablamos de los madrileños Gabinete Caligari, Los Coyotes, Parálisis Permanente, Pistones, Sindicato Malone, PVP, Polanski y el Ardor, Los Zoquillos, Tótem, Los Nikis, Esclarecidos, Décima Víctima, Esplendor Geométrico, Oviformia Sci, Almodóvar & McNamara, Derribos Arias, Espasmódicos, Estación Victoria, Objetivo Birmania, Alphaville, OX Pow, Ciudad Jardín, La Mode o Alaska y Dinarama; los catalanes Loquillo y los Intocables (luego conocidos como Loquillo y los Trogloditas), Los Desechables, Kul de Mandril, Los Burros, Decibelios, Ultratruita o Brighton 64; los gallegos Siniestro Total, Golpes Bajos, Radio Océano, Viuda Gómez e Hijos y Os Resentidos (señalar que estos últimos, curiosamente, a pesar de cantar exclusivamente en gallego, obtuvieron notable éxito en toda España); los vascos Lavabos Iturriaga, La Dama se Esconde, Los Santos, Las Vulpess o Eskorbuto; los andaluces T.N.T, o Danza Invisible; los murcianos Farmacia de Guardia o Presuntos Implicados; los asturianos Ilegales; los mallorquines Ex-Crocodiles o Peor Impossible; los valencianos Seguridad Social, Morcillo el Bellaco y los Rítmicos, Interterror, Video, Glamour, Garage o Betty Troupe y los canarios Familia Real o Ataúd Vacante. Los estilos, como ya se ha dicho, son mucho más variados que los de la primera oleada. Van desde el rock casticista y casi “nacionalista” de Gabinete Caligari136 al Psychobilly (en la onda de The Cramps) de Los Coyotes o Los Desechables; pasando por el rock’n’roll tradicionalista de Loquillo y los Trogloditas; el punk de Siniestro Total, Interterror, Eskorbuto, Radio Océano, Espasmódicos, Viuda Gómez e Hijos o T.N.T; el pop sofisticado y elegante de Esclarecidos; el after-punk casi gótico de Parálisis Permanente, Alphaville o Décima Víctima (estos últimos deudores absolutos del sonido oscuro de los británicos Joy Division); los sonidos funkies de Ciudad Jardín u Objetivo Birmania; el Power pop de Pistones, los Zoquillos, Ex-Crocodiles o 091; los sonidos sintéticos, futuristas e industriales de Oviformia Sci y Esplendor Geométrico; la onda neorromántica y Tecno-Pop de Danza Invisible, Video o Betty Troupe; o el rock directo y canallesco de Ilegales. La avalancha es incontestable y cambia, definitivamente, el panorama del rock y del Pop en España y hasta el paisaje social, cultural y estético. Es el momento en que surgen las primeras “Tribus Urbanas” en el país. Las calles de las ciudades y los pueblos españoles se llenan de punks, góticos (entonces se les llamaba “siniestros”), mods, rockers, heavies, tecnos, teddies, etc. Con ellos surge también un espíritu hedonista que reacciona contra la politización de los últimos años del franquismo y de finales de los setenta y que reivindica exclusivamente la diversión, la modernidad e incluso la frivolidad. En un primer momento (1979-80) las compañías discográficas establecidas parecen apoyar a las nuevas bandas y fichan a muchas de ellas. Pero esos primeros lanzamientos, a pesar de venderse relativamente bien (sobre todo Radio Futura, Alaska y los Pegamoides o Nacha Pop), no alcanzan las cifras que la industria espera, por lo que ésta les da la espalda y vuelve a sus cantantes prefabricados para el público adolescente o se dedica a crear y promocionar sucedáneos nuevaoleros. Entre estos últimos (que nunca fueron considerados por los miembros de la verdadera Nueva Ola o “La Movida” como parte integrante del movimiento, precisamente por su enfoque comercial) destacan grupos y solistas como los power-poperos Los Trastos, Raquel y Los Tacones,98 los inclasificables Greta o los Sissi de Joe Borsani (ninguna de estas bandas obtuvo éxito, aunque quizás lo hubieran merecido); Azul y Negro (que conocieron su época de gloria entre 1981 y 1982 como abanderados comerciales del Tecno-Pop), Tino Casal (que había empezado como cantante de un grupo de rock en los sesenta, pero que tuvo la habilidad de reciclarse como abanderado del estilo New Romantic español) y, sobre todo, los famosísimos Mecano (que se conviritieron rápidamente en un fenómeno de ventas en el país y, con el paso de los años, obtuvieron también un gran éxito en Latinoamérica y en algunos países europeos). Ante el rechazo de la industria, la escena nuevaolera responde creando sus propios sellos discográficos. Surgen así los llamados “Sellos Independientes”, entre los que cabría destacar D.R.O., Nuevos Medios, Tres Cipreses, Twins, G.A.S.A. o Lollipop. Gestionados por gente tan joven como la que forma las bandas, publican exclusivamente grupos de la nueva ola y se distribuyen por toda España, apoyados por las emisoras de radio, los fanzines, las nuevas revistas musicales y la creciente escena nacional. Gracias a ellos, cientos de grupos graban sencillos, maxis y LPs y llegan a un público masivo. Su éxito es tan grande que, a mediados de la década (en torno a 1984) las multinacionales con presencia en el país se rinden a la evidencia y terminan absorbiendo a casi todos los sellos independientes (aunque manteniendo sus marcas para asegurarse al público). Pero es a partir de 1983 cuando “La Movida” recibe el espaldarazo definitivo: el apoyo de los poderes públicos y políticos españoles. Si bien es cierto que durante la etapa de la dictadura franquista (1957-1975) el régimen no había prohibido ni perseguido en modo alguno el rock y las subculturas juveniles, desde luego tampoco las había apoyado. Lo mismo puede decirse de la etapa de la Transición, en la que los primeros gobiernos españoles democráticos no habían prestado la menor atención al rock. No obstante, con la definitiva configuración del “Estado de las Autonomías”, las autoridades locales (municipales, provinciales, autonómicas) decidieron cuidar el vivero de votos que suponían las generaciones más jóvenes. Y, como forma de congraciarse y promocionarse ante ellas, comenzaron a apoyar al rock y a casi todas las manifestaciones juveniles (incluidas las numerosísimas celebraciones de conciertos en recintos de titularidad pública –pabellones municipales, etc- con contratación por parte de ayuntamientos; cosa que facilitó enormemente la difusión de los nuevos sonidos entre el público de grandes ciudades y pequeños pueblos). Así que la Nueva Ola y La Movida tuvieron una ventaja que ni siquiera los años 60 habían tenido. Y, en consecuencia, a partir de ese momento cuando la expresión “Movida madrileña” adquirió carta de naturaleza (gracias a la campaña de márketing desarrollada por las instituciones autonómicas y municipales capitalinas). Lo que, como ya hemos dicho, no deja de ser injusto y erróneo. En cualquier caso, tampoco hay que sobrevalorar lo que el respaldo “político” supuso. El mérito principal fue de las bandas y de los aficionados. Fueron ellos los que cambiaron el panorama musical, estético, cultural y espiritual del país (si es que alguien lo hizo). Si los ochenta fueron una Edad de Oro para el Pop y la Cultura españolas, fue gracias a los jóvenes músicos, escritores, cineastas, pintores, dibujantes, diseñadores. Y, sobre todo, al joven público que tan receptivo y entusiasta resultó. Tanto en las grandes capitales como en los pequeños pueblos de todo el país. Décima Víctima, abanderados del rock gótico (o "siniestro") español en una imagen de 1982. Así que hacia 1984 el panorama había sufrido un cambio radical. “La Movida” era un hecho incontestable que iba más allá de lo musical y abarcaba todo el espectro social, cultural y estético del país.146 En el cine, directores como Pedro Almodóvar, Fernando Colomo y David Trueba reflejaban el Madrid colorido y hedonista de los 80. En la pintura, artistas como Ceesepe, El Hortelano, los Costus o Miquel Barceló aplicaban las enseñanzas nuevaoleras al Arte pop español. En fotografía destacaban Ouka Lele y Alberto García-Alix. En la literatura, escritores como Luis Antonio de Villena, Vicente Molina Foix, Eduardo Haro Ibars o Terenci Moix ejercían como cronistas de lo que estaba pasando. El Cómic español vivía su propia “edad dorada” retroalimentándose de la estética y de las bandas nuevaoleras del país. En la TV (todavía estatal) se estrenaban programas dedicados en exclusiva a la nueva escena musical, como la última etapa de Musical Express, La Edad de Oro, Caja de Ritmos o Auambabuluba. Incluso la moda textil y el diseño industrial se subían al carro de La Movida y la Nueva Ola. La omnipresencia del rock y el Pop era absoluta en la sociedad española. Algo que no pasaba desde mediados de los años 60. Pero ahora en mayor medida, si cabe. Hasta los medios de comunicación europeos se hicieron eco del nuevo ambiente musical y cultural español y realizaron reportajes periodísticos y televisivos sobre lo que pasaba en el país. En vísperas de su entrada en la Comunidad Económica Europea (ahora Unión Europea), España se presentaba a sí misma como ejemplo de modernidad a todos los niveles. Y La Movida (un fenómeno cuyo único equivalente en la Europa continental de la época sólo fue, quizás, la Neue Deutsche Welle de Alemania) era su principal estandarte. Al margen de la movida. El heavy metal, el rock radical vasco y el punk de los ochenta (1980-1984) El estallido Punk y, sobre todo, la explosión nuevaolera y la aparición de La Movida habían resultado letales para los viejos sonidos de los 70. El Rock Andaluz se disolvió sin hacer apenas ruido, mientras los álbumes publicados a principios de los 80 por sus bandas más representativas (y que poco tiempo antes habían gozado de un éxito casi masivo) pasaban sin pena ni gloria y apenas encontraban eco entre el público y los medios.75 Lo mismo ocurrió con el Rock Urbano. Bandas emblemáticas del Rrollo setentero como Asfalto, Cucharada o Topo publicaron LPs que apenas tuvieron repercusión. Los primeros arrastraron una trayectoria mortecina a lo largo de la década, mientras los demás terminaron separándose. Coz, a pesar de obtener algunos éxitos puntuales en 1980, pasaron el resto de los 80 en el más absoluto anonimato. Incluso el “histórico” Miguel Ríos que, de alguna manera, se había apuntado al movimiento y que gozó de un segundo y crepuscular momento de gloria en el cambio de década, entró en barrena (desde el punto de vista comercial) a partir de 1983. Hacia 1984 todo aquello de los 70 (el Rrollo, el Rock Andaluz, el Rock sinfónico) parecía ser historia. E Historia Antigua, además. Sólo sobrevivieron algunos de los grupos que no podían ser adscribibles a los estilos dominantes de los 70: los "inclasificables" o "francotiradores" como Burning, Mermelada, La Orquesta Mondragón, Kiko Veneno o Pata Negra. Pero, salvando esas (y algunas otras) excepciones, lo cierto es que, a primera vista, La Movida y la Nueva Ola habían arrasado con todo lo anterior. No obstante, el panorama no era tan trágico. Hubo más supervivientes. Medina Azahara, que habían formado parte del Rock andaluz, evolucionaron hacia sonidos más duros y terminaron haciéndose un hueco en la recién nacida escena del Heavy Metal español, de la misma forma que los Ñu, banda veterana del Rock urbano. Pero el ejemplo más destacable de supervivencia, éxito y fidelidad a sus raíces fue el de Leño. Genuinos representantes de lo mejor del Rock Urbano setentero, los Leño no sólo mantuvieron el tipo en el cambio de década, sino que consiguieron erigirse en los principales representantes del género, arrastrando tras de sí un público fiel, vendiendo decenas de miles de discos y manteniendo el estandarte del viejo Rock Urbano. Tras su separación, en 1983, su líder y cantante Rosendo inició una carrera en solitario igual de exitosa y coherente que ha durado hasta hoy y lo ha convertido en un referente de ese tipo de sonidos. Al mismo tiempo, nuevas y jóvenes bandas como los navarros Barricada o los gallegos Los Suaves surgieron en torno a 1981-82. Auténticos herederos del Rock Urbano de los 70, supieron, además, conjugar y aprovechar las influencias de los nuevos sonidos de finales de esa década y principios de los 80, sobre todo el Punk y el rock’n’roll más primario de gente como The Ramones, alumbrando un estilo que, sin perder las raíces, ofrecía una evidente renovación y puesta al día. Sin apoyo de los medios ni de la industria (demasiado ensimismados con La Movida y la Nueva Ola), fueron haciéndose un hueco entre la afición, vendiendo muchísimos discos, obteniendo notable éxito y desarrollando una larga trayectoria que los ha llevado hasta mediados de los años 2010. Mención especial merece el caso de Joaquín Sabina, que había empezado su carrera en los años 70 como cantautor acústico, pero que ya en su álbum "Malas compañías" de 1980 había desarrollado un sonido más eléctrico que podría ser catalogado sin problema como Folk rock. En cualquier caso, a partir de 1983, abraza de forma explícita el Pop rock; y el resultado, quizás de manera involuntaria, ofrece un cierto entronque con el viejo Rock urbano de la década anterior, siquiera sea tangencialmente. Por otra parte, y también heredera del viejo Rock Urbano, surge con tremenda fuerza por aquellos años (1980-81) una nueva corriente que va durar hasta nuestros días manteniendo una vitalidad fuera de duda: el Heavy Metal español.158 Con antecedentes directos en grupos españoles de la década anterior como los hardrockeros Storm, Tapiman y Época o los "urbanos" Tarántula, Moon y Unión Pacific, influida por los viejos sonidos de los 70 y, sobre todo, por la eclosión de la Nueva ola del heavy metal británico en Reino Unido, la escena heavy española sirvió, en un primer momento, de refugio para los viejos aficionados a los sonidos más duros pero, sobre todo, creó en torno suyo toda una subcultura que contó -y cuenta aún- con cientos de miles (si no millones) de entusiastas seguidores. Las primera bandas, ya clásicas, fueron Barón Rojo, Obús y Ángeles del Infierno surgidas justo al inicio de la década y fundadas por músicos que venían de la escena urbana. Poco después aparecen Santa, Panzer, Sobredosis, Tigres, Muro, Niágara, Bella Bestia, Banzai (liderados por el histórico Salvador Domínguez), Zarpa, Tarzen, Pedro Botero o Sangre Azul entre otras muchas. Moviéndose fuera de los circuitos nuevaoleros y, como en el caso de los herederos del Rock Urbano, recibiendo menos atención por parte de los medios que la que se prestaba a las bandas de La Movida, los grupos heavies alcanzaron un éxito enorme, llegando a las primeras posiciones de las listas de ventas y, sobre todo, alumbrando una escena vigorosa e importantísima. La España de los 80 puede que sea incomprensible sin la estética New Wave y la presencia, a todos los niveles (culturales, musicales y sociales), de La Movida. Pero también es cierto que, en aquellos mismos años, el Heavy Metal era parte del paisaje del país. Tan omnipresente y ubicuo como las manifestaciones nuevaoleras. De hecho, millones de chavales se declaraban “heavies”, conformando la tribu urbana más numerosa y visible en los pueblos y ciudades de España. A ese respecto, hay que precisar que, a pesar de lo que la “leyenda” forjada por periodistas y aficionados cuenta, y reconociendo que La Movida acaparaba mucha mayor atención mediática y cultural, la escena Heavy Metal española no sufrió ningún tipo de ninguneo o dificultad especial con respecto a la nuevaolera. Las casas discográficas la apoyaron desde el principio (sobre todo porque las ventas de discos de las bandas heavies alcanzaban cifras más elevadas que las de muchos grupos de La Movida). Tuvo a su favor una prensa musical dedicada exclusivamente a ella (la histórica Popular 1 y nuevas revistas que aparecieron por la época, especializadas únicamente en los sonidos heavies), amén de numerosos programas de radio. Y, sobre todo, contó con el soporte de una afición leal y numerosísima; mucho mayor que la que seguía cualquier otro estilo. Por último, ha de tenerse en cuenta que el ambiente general de la época era favorable a cualquier manifestación musical y cultural juvenil, por lo que los grupos españoles de Heavy Metal se beneficiaron de las mismas facilidades que los de La Movida a la hora de ofrecer conciertos y ser contratados y patrocinados por poderes públicos y organismos oficiales (ayuntamientos, diputaciones, etc). Lo que sí es cierto es que la escena Heavy Metal española mantuvo, a lo largo de los 80, una especie de aislamiento con respecto a las demás; mostrándose impermeable a las influencias musicales o estéticas de otras corrientes como la Nueva Ola, el Punk o el Rock’n`Roll tradicional. Quizás su fuerza y vitalidad y, sobre todo, el enorme número de seguidores que la conformaban hacían innecesario buscar apoyo en la interrelación con otras escenas y otros movimientos. Sea como fuere, el Heavy Metal español siguió orgullosamente "aislado" y autosuficiente hasta bien entrados los 90; apartado de La Movida, el Punk y cualquier otra corriente de la época tanto en lo musical como en lo estético; nutriéndose casi exclusivamente de las influencias anglosajonas y europeas; y relacionándose más fácilmente con las escenas heavies de otros países del entorno (como Francia, Reino Unido, Italia o Alemania) antes que con otras tendencias musicales de su propio país. De todo el panorama del Heavy Metal español, fue Barón Rojo el grupo que alcanzó, sin duda, mayor trascendencia. Todos sus discos fueron éxitos rotundos en el país; e incluso consiguió cierta repercusión en los ambientes especializados europeos (Francia, Alemania y, sobre todo, Reino Unido), llegando a participar en festivales internacionales como el de Reading. A pesar de lo que a veces han dicho sus apologistas más acérrimos no entró en las listas de ventas en esos países, pero sí alcanzó el mayor nivel de prestigio y reconocimiento que jamás haya gozado una banda de metal español en los ambientes heavies del resto de Europa. Similar en cuanto a intensidad y arraigo a la del Heavy Metal (y también en lo que a “aislamiento” y autosuficiencia respecta) fue la que podríamos denominar escena Punk española de los 80. Tras la desaparición de las primeras bandas de los años 1977-79, el relevo llegó rápidamente (hacia 1980) con lo que, a veces, se ha denominado la "segunda oleada punk española". Grupos que ya han sido mencionados en el apartado anterior (y que, en su momento se percibieron formando parte de La Movida) como podían ser Siniestro Total, los pioneros Último Resorte, T.N.T., Farmacia de Guardia, Interterror, Espasmódicos, Las Vulpess, OX Pow o Eskorbuto practicaban un punk todavía cercano a las raíces de la explosión original del 77. Los últimos, en concreto, se convirtieron, con el paso de los años (gracias a sus propios méritos y, en parte, al trágico destino posterior de sus miembros) en toda una leyenda del Punk español. Pero junto a ellos surgieron muchas otras formaciones que tuvieron menos éxito y presencia pero que conformaron una escena hiperactiva y muy extendida por todo el país. Hablamos de Larsen, Subterranean Kids, La UVI, Delincuencia Sonora, IV Reich, Cocadictos, L’Odi Social, Commando 9mm, Anti/Dogamitkss, La Broma de Ssatán, Shit S.A., Kangrena, HHH, Frenopatiks, Attak, GRB y cientos más. Casi todas estas bandas estaban más inspiradas por la segunda ola Punk británica y californiana representada por bandas como The Exploited, UK Subs, Dead Kennedys, Black Flag, Bad Religion o The Adicts que por los sonidos del 77. Y, como es lógico, hacia mediados de la década la mayoría terminaron decantándose por el Hardcore punk. De todas las escenas, quizás ésta fue la más cerrada e insobornable. Rechazando radicalmente integrarse en el mainstream, los grupos sólo grababan en pequeño sellos independientes de corta vida mientras que los únicos medios que los apoyaban (y a través de los que se expresaban) eran fanzines de tiradas limitadas y emisoras piratas de radio. A pesar de ello, consiguieron hacer sentir su presencia por todo el país y llegaron a un buen número de seguidores. Cicatriz en concierto en un "gaztetxe" vasco (1984) Íntimamente relacionado con la escena Punk (al menos al principio), por aquella misma época apareció otro de los movimientos más característicos y originales del rock en España: el denominado Rock radical vasco (o RRV). Compuesto por grupos originarios del País Vasco y Navarra como RIP, Cicatriz, M.C.D., Jotakie o La Polla Records, en un primer momento se nutría fundamentalmente de sonidos directamente extraídos del Punk y del Hardcore punk. Con la aparición de nuevas bandas como Kortatu, Potato, Baldin Bada o Hertzainak la corriente se abrió a nuevos sonidos como el Ska, el Reggae e, incluso, el viejo Rock Urbano. Su principal característica era el carácter de crítica social y política de las letras de sus canciones (con especial incidencia en la situación vasca, en una época en que el terrorismo de la banda separatista E.T.A. era especialmente intenso) en las que arremetían contra el gobierno, la represión policial y la actuación de los poderes políticos y económicos. A pesar de que algunos grupos cantaban en Euskera, de que todos grababan en pequeños sellos vascos y navarros (como Oihuka o Soñúa), de que nunca tuvo el apoyo de los medios nacionales y de que incluso se lo relacionó con un sector político muy determinado como era la Izquierda abertzale (algo de lo que muchas de las bandas se desmarcaron, mientras que otras lo aceptaban con naturalidad), lo cierto es que el RRV obtuvo un amplio eco y un gran éxito (incluido el de ventas) en toda España. En cualquier caso, y para terminar, la existencia, arraigo y éxito de todas estas escenas y movimientos demostraban que en el rock español de la primera mitad de los 80, y a pesar de la omnipresencia de la Nueva Ola, La Movida no lo era todo. La segunda mitad de los ochenta. Después de la movida; el éxito comercial y la aparición de las sub-escenas (1984-1990) Al recibir el apoyo de los poderes públicos y de la cultura oficial, la Movida se “oficializó”; se “institucionalizó”. Y, en consecuencia, dejó de existir como verdadero movimiento juvenil; vivo, espontáneo, generador de grupos, corrientes musicales, modas y estéticas. De forma que hacia 1984 (justo en el momento de su apogeo) puede afirmarse que La Movida había llegado a su fin. Eso no quiere decir que desaparecieran las bandas nacidas con ella, en absoluto. De hecho, fue a partir de ese momento cuando muchas de ellas se consolidaron y consiguieron, además, un éxito comercial masivo, vendiendo cientos de miles de discos y dominando las listas españolas hasta principios de los 90. Al hablar del final de La Movida nos referimos a que, a partir de 1984-85, los grupos y estilos musicales que siguieron surgiendo en España hasta el final de la década (y que fueron tan numerosos e innovadores como los del periodo 1979-83) ya no pueden ser considerados parte de ella ni de la Nueva Ola. El Último de la Fila En cualquier caso, insistir en que la desaparición de La Movida no trajo, en modo alguno, un descenso en la vitalidad musical ni supuso ningún bache para el rock español y su presencia en la sociedad. Entre 1984 y 1990 siguieron surgiendo miles de bandas de diferentes estilos, como prolongación de un Boom ininterrumpido que sólo podía compararse al de los años 60 (y que, seguramente, fue todavía más intenso). A pesar de haber desaparecido como movimiento vivo, el legado de La Movida duró toda la década (y llegó hasta los primeros años 90). El rock y el pop seguían omnipresentes en la sociedad española; los conciertos (en pueblos y ciudades) aumentaron en número, frecuencia y calidad; las ventas de discos de bandas nacionales alcanzaron cifras inimaginables sólo unos pocos años antes, llegando a copar las listas; la coexistencia de compañías multinacionales y sellos independientes facilitaron la posibilidad de grabar discos a los nuevos grupos; la prensa musical seguía en auge (apareciendo nuevas revistas cada vez más especializadas como Ruta 66, Metal Hammer o Heavy Rock; mientras continuaba la avalancha de fanzines). En resumen, los años 80, durante su segunda mitad, siguieron siendo una auténtica Edad de Oro para el rock y el pop en España. Con la ventaja añadida de contar con un ambiente ya consolidado a todos los niveles. Además, como ya se ha apuntado, entre 1984 y 1990 (y aún después) muchas formaciones de La Movida se convirtieron en auténticos superventas, alcanzando un éxito masivo. Así ocurrió con Alaska y Dinarama, Radio Futura, Gabinete Caligari, Loquillo y Los Trogloditas, los ramonianos Los Nikis, Siniestro Total, o Nacha Pop.Por no hablar de Mecano (que nunca pertenecieron realmente al movimiento nuevaolero original). Entre las miles de nuevas bandas que aparecieron a partir de 1984, hubo muchas que se nutrieron, básicamente, de referencias que la propia Movida había creado; tanto en estética como en estilo. En lugar de buscar influencias exteriores en el rock y el pop que se estaba haciendo fuera, optaron, más bien, por reciclar y actualizar la estética, el sonido y la actitud de los primeros grupos nuevaoleros (sobre todo su carácter hedonista y carente de pretensiones). Fue, de alguna manera, como si la explosión española de los primeros 80 hubiese creado su propia escuela y ellos se considerasen sus alumnos. Es el caso de grupos que alcanzaron también gran éxito de ventas durante esos años como La Unión, La Guardia, Los Toreros Muertos, El Norte, Los Limones, Cómplices, Semen Up, The Refrescos, Duncan Dhu, El Último de la Fila, Tam Tam Go o, sobre todo, Los Hombres G (estos últimos se convirtieron en un auténtico fenómeno mediático, a la altura de Mecano; y, como ellos, incluso llegaron a triunfar en algunos países latinoamericanos). Justo por aquella época empezó a extenderse entre los medios generalistas el término "Pop rock español" para definir el estilo de estas bandas. Pero la mayor parte de las nuevas formaciones surgidas durante la segunda mitad de los 80 siguieron un camino muy diferente. Sin renegar abiertamente de La Movida (no se produjo nada parecido a la negación de los 70 por parte del primer punk y la Nueva Ola) e incluso reconociéndose, de alguna manera, deudores de lo que había iniciado, sí tendieron claramente a desmarcarse de ella, buscando sus referencias y guías en las nuevas corrientes que el rock anglosajón estaba trazando en aquel momento y, de alguna manera, dando cordialmente la espalda a sus “hermanos mayores” de principios de la década (que, para colmo, dominaban las listas de éxitos). Esta segunda (o tercera) oleada de los 80 se caracterizó, además, por practicar estilos muy diferentes entre sí que dieron lugar a escenas (o sub-escenas) totalmente distintas y perfectamente reconocibles. Si la diversidad estilística de La Movida no había impedido que ésta fuese considerada como un todo, como una escena única, la gran novedad de la segunda mitad de los 80 fue la “compartimentación”; la creación de una multitud de escenas diferentes, con sus propios seguidores, su estética particular y sus códigos exclusivos. A veces interrelacionadas entre sí y sometidas a influencias y conexiones casi simbióticas; pero otras rigurosamente segregadas (un poco al estilo de lo que ya ocurría con el Heavy Metal y el Hardcore punk). Surgieron así miles de bandas y docenas de nuevos estilos como el “Rock de raíces”, la “Neopsicodelia”, el Power pop, el “Rockabilly”, el "Killer-rock", el “Country-punk”, el “Rock gótico”, el “Garage Revival”, el “Paisley Underground”, el “Anorak Pop”, el “Mod”, el “Sleaze rock”, el “Biker rock”, etc. El fenómeno, desde luego, no fue exclusivamente español. La aparición de “sub-escenas” caracterizó el rock y el pop europeo (y mundial) de aquella época y, de hecho, ha seguido hasta hoy. En eso, España simplemente siguió la tendencia del resto de los países europeos y de los focos originales de la música rock (EEUU y Reino Unido).Curiosamente, si, por un lado, esa “compartimentación” (y consiguiente aislamiento) tuvo aspectos negativos, al restar a ciertos estilos capacidad para obtener audiencias masivas y éxito comercial; por otra también contó con su parte positiva, al facilitar los contactos y las influencias mutuas (que fueron y siguen siendo muy fluidas) de las españolas con las del resto del mundo. De forma que, a partir de ese momento, comenzó a ser normal que bandas españolas que nunca alcanzaron éxito en el mercado mainstream nacional fuesen conocidas por aficionados y miembros de las escenas correspondientes (también minoritarias en sus propios países, claro está) del resto de Europa y del mundo. En cualquier caso, a partir de 1984-85 surgieron miles de jóvenes bandas que renovaron totalmente el panorama del rock español y le insuflaron nuevas energías. Como representantes de un rock’n’roll tradicional (pero no revivalista), crudo y sin florituras merecen ser nombrados Las Ruedas, Los Enemigos (que desarrollaron una larga trayectoria hasta bien entrado el siglo XXI), La Resistencia, Los Marañones, Los Cafres, Academia Parabüten, Los Ronaldos (que gozaron de un más que notable éxito hasta 1990) o Los Desperados. Cercanos a su estilo, pero más influidos por el Neocountry-rock y el Country-punk (en la onda de Dwight Yoakam, Jason and the Scorchers o The Long Ryders) estaban La Frontera, Primavera Negra, Los Proscritos o Tahures Zurdos. La Granja o Los Potros, por su parte, preferían sumergirse de lleno en el Power pop, mientras los viejos sonidos mods se veían revitalizados por la aparición de Los Flechazos y Los Sencillos. El Rockabilly de los 50 conocía un nuevo auge gracias a docenas de nuevas bandas rockers entre las que destacaban Los Tornados, Los Brioles, Más Birras, Rock’n’Bordes, Los Lobos Negros o Los Gatos Locos. El rock crudo, violento y visceral, en la onda The Stooges o MC5 fue reivindicado por formaciones como Dogo y los Mercenarios, Los Bichos, Los Deicidas, Ángel y las Guais, Los Pantano Boas o Surfin’ Bichos (aunque éstos también tenían una marcada querencia por los sonidos de The Velvet Underground). El Revival del rock de Garaje dio sus primeros pasos en España con bandas como The Nativos, Sex Museum, The Furtivos, Los Fossiles, Los Macana o Los Mestizos (en su primera época, antes de decantarse por la World music y el Latín rock), alumbrando una escena que, con el paso de los años, se convertiría en una de las más potentes de Europa y del mundo en su género.189 Cercanos a los sonidos garajeros, pero más influidos por la Psicodelia sesentera y revivalista y el Paisley Underground estuvieron los barceloneses Los Negativos. También psicodélicos, pero mucho más experimentales y vanguardistas fueron John Landis Fans. Otros que experimentaron con la música y los sonidos fueron Mar Otra Vez, aunque lo suyo debía más a las enseñanzas del Post-punk y la No wave. Los DelTonos, por el contrario, tiraban por cosas más clásicas, mezclando el viejo Rythm’n’blues de toda la vida con el rock sucio y guitarrero al estilo del americano George Thorogood. Aventuras de Kirlian, por su cuenta, recreaban el sonido descaradamente británico, ingenuo, minimalista y naif del "Anorak Pop" y de lo que se conoció luego como "Indie" y "C86". Incluso hubo una banda, llamada Malevaje que fusionó el Tango argentino con las maneras y actitud del viejo rock’n’roll clásico de los 50. Por último, grupos como Comité Cisne, Orgullo de España o Héroes del Silencio (unos zaragozanos que en los 90 se convertirían en todo un fenómeno de masas tanto en España como en Latinoamérica) se acercaban más al pop británico al estilo de The Smiths y, sobre todo, a un tipo de sonido más épico y oscuro. Como ya se ha dicho, pocas de estas bandas consiguieron auténticos éxitos de ventas (excepción hecha de La Frontera, Los Ronaldos, Malevaje y, sobre todo, Héroes del Silencio; y, ya más tangencialmente, Los Flechazos y La Granja). Pero casi todas obtuvieron suficiente eco y presencia a nivel nacional. En realidad, los puestos más altos de las listas estaban copados por los “veteranos” grupos de La Movida, que conocieron su verdadero auge comercial precisamente durante la segunda mitad de la década de los 80. El rock y el pop en castellano vivieron entonces su último momento de gloria y éxito masivo, llegando, en algunas ocasiones, a desbancar en las preferencias y gustos del público a las grandes figuras internacionales. La situación, en torno a 1990, volvía a ser excelente. Incluso mejor que a finales de los 60 en lo que al mercado interno se refiere. El rock y el pop dominaban otra vez el ambiente, la moda, la estética, la cultura y la sociedad. Había miles de bandas y docenas de escenas vigorosas, se vendían cientos de miles de discos, surgían nuevas formaciones, se programaban conciertos y, en un nuevo paralelismo con lo ocurrido veinte años antes, algunas bandas españolas incluso conseguían triunfar en el mercado internacional (Hombres G y Mecano, sobre todo, alcanzaron notable éxito en Latinoamérica. Y los últimos conseguían colocar una versión grabada en idioma francés de uno de sus álbumes en los primeros puestos de listas de ventas de Francia, Italia, Alemania, Bélgica y otros países europeos). No obstante, hubo algunas diferencias de calado entre las dos “Edades de Oro”. Mientras que en los 60 el rock español llegó a entrar en las chart-lists anglosajonas, en los 80 su proyección internacional fue mucho más limitada, centrándose en Latinoamérica y, en un solo caso (el ya mentado de Mecano) en Europa continental. La otra diferencia consistió en la diferente reacción del poder político ante el fenómeno. Durante los 60 el régimen dictatorial franquista fue absolutamente indiferente ante el movimiento rock y pop que sacudió el país y, desde luego, no existió ningún tipo de apoyo por su parte. En los 80, con la democracia ya asentada, los poderes públicos (sobre todo locales -autonómicos, provinciales, municipales-) promocionaron y apoyaron las manifestaciones culturales juveniles, llegando al extremo de patrimonializar y oficializar La Movida. Eso tuvo sus cosas buenas (la proliferación de conciertos, el aumento de ingresos económicos y de presencia a nivel de público por parte de las jóvenes bandas, el ambiente propicio al rock en general) y sus cosas malas (el aprovechamiento por parte de las instancias políticas, la pérdida de la espontaneidad y el ensimismamiento y "autismo" en que el propio movimiento terminó cayendo). Sea como sea, es indudable que los 80 habían sido una Edad de Oro para el rock y el pop españoles.

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